David Alves Jr.

En Levítico 17 y en Deuteronomio 12 Dios le prohibió a su pueblo que ofrecieran sacrificios fuera del tabernáculo. La lectura hace claro que era para evitar que los sacrificios fueran ofrecidos a demonios y no a Dios.
Dios siendo celoso quiere que toda la adoración sea ofrecida únicamente a él. También él conoce la propensidad que tiene el hombre de rendirle culto a ídolos. Considerando estos dos aspectos es que Dios dio la prohibición.
Este problema no era único en Israel. Todo indica que 1,500 años después, la iglesia en Corinto, mostró tener las mismas luchas al estar en entorno sumamente idólatra. En el décimo capítulo de la primera carta que Pablo escribió a los hermanos Corintios, les tuvo que hablar sobre la imposibilidad que hay de poder comer a la mesa de los ídolos y a la vez hacerlo a la mesa del Señor. Claramente les instruyó: ”No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios.”
Querer participar en las cuestiones pertinentes al Señor y a la misma vez querer hacerlo en cuestiones idólatras, no fue un problema exclusivo de Israel, ni tampoco de Corinto. También puede ser un problema entre nosotros hoy en el 2020. Quizás tú y yo no nos vamos a encontrar participando en ritos religiosos a algún ídolo venerado en religiones humanas. Pero no necesita ser un ídolo de esa índole para que cometamos idolatría. Juan termina su primera carta exhortándonos: ”Hijitos, guardaos de los ídolos” (1 Jn. 5:21). El dinero, las amistades, los placeres y el entretenimiento, pudieran aparentar ser cosas no dañinas, pero si dejamos que nos consuman, pudieran llegar a ser como ídolos en nuestras vidas.
Antes de llegar al partimiento del pan, debo de analizar mi corazón y ver si hay tronos allí que no le pertenecen al Señor. Nuestro Salvador es quien debería de ser el único que reine en nuestro ser. No puedo sentarme a la mesa de mis ídolos durante la semana, y el Domingo querer sentarme a la mesa del Señor para hacer memoria de él mediante el pan y la copa. No puedo darle mis deseos y mi tiempo a un ídolo a lo largo de la semana y el Domingo querer mostrarle al Señor mi rendición total.
Dios nos ayude a probarnos antes de participar para no comer indignamente (1 Co. 11:27) y así alabar a nuestro Señor en nuestras vidas, no solamente el Domingo, sino los 7 días de la semana.
Saludos hermano David. Dios le bendiga a usted y asu familia
Me gustaMe gusta