David Alves Jr.

No me complace escribir las siguientes líneas, pero sí veo la necesidad de hacerlo. Con el apoyo de Dios, tengo el deseo de ayudar a cristianos que luchan con la masturbación.
Hemos estado considerando un pecado distinto cada semana que es mencionado en el Nuevo Testamento. La serie que estamos considerando se titula: ”Consérvate Puro”, para recordarnos a todos, la necesidad que tenemos de guardarnos puros.
En esta ocasión, estaremos observando el pecado de la inmundicia. Esta palabra significa: ”impureza, libertinaje, pasión desordenada”. Existe una gran variedad de pecados que emanan de la impureza. La masturbación es solamente una de las varias manifestaciones que presenta este pecado.
En la masturbación, por lo regular se recibe placer al simular mentalmente tener relaciones sexuales. Por lo tanto, la mente es fundamental en este acto desagradable a Dios. Hay dos pasajes que relacionan la inmundicia con pecados que tienen que ver con la mente. La concupiscencia (Rom. 1:24), que es desear lo prohibido; y la lascivia (Ef. 4:19; Col. 3:5), que es una pasión desordenada. Controla tu mente y podrás controlar la masturbación. Cristo enseñó el peligro de esto: ”yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:28).
La pornografía es algo que promueve la masturbación. Esas imágenes de escenas sexuales serán muy difíciles que borres de tu mente por años. Hagamos lo que hizo Job cuando dijo: ”Hice pacto con mis ojos; ¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?” (Job 31:1). Evita todo lo que estimula tu mente y que te haga desear a otra persona de una forma sexual.
Las relaciones sexuales son algo especial que Dios ha diseñado para un hombre y una mujer casados ante la ley (Gn. 2:24; Pr. 5:18, 19; 1 Co. 7:3-5). No es un placer que uno mismo debe darse. La masturbación es algo que pudiera afectarte físicamente al querer después disfrutar el regalo de las relaciones sexuales que Dios quiere que disfrutes con tu cónyuge. Seas soltero o casado, no cometas este acto que va en contra de lo que Dios diseñó en relación a la intimidad entre dos personas.
Si no lo eliminas esta práctica de tu vida, se convertirá en una adicción. Es algo que te dominará (1 Co. 6:12), te hará ”esclavo de la corrupción” (2 Pe. 2:19) y se ”enseñoreará” de ti (Rom. 6:14). Si no dejas de hacerlo, es algo que te absorberá tanto, que te afectará en tus interacciones sociales al distanciarte de la sociedad. Dios quiere ser el único dueño de tu corazón, pasiones, pensamientos y tu tiempo.
La masturbación en sí es pecado, pero como toda otra transgresión, cometer este acto nos lleva a realizar otras acciones que ofenden la santidad de Dios. El engaño siendo un ejemplo porque es algo que se hace a escondidas. Pero también corremos el peligro de fornicar. En el Nuevo Testamento, la inmundicia también está relacionada con la unión sexual ilícita que Dios llama fornicación (2 Co. 12:21; Ef. 5:3). Esto nos indica que la masturbación no es simplemente un habito cualquiera que debemos tomar con ligereza; mas bien es un pecado serio que lleva a cometer otros pecados que también son severos ante Dios.
Otro punto que es necesario que consideres es que la masturbación va completamente en contra de lo Dios quiere para tu vida. ”No nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” (1 Tes. 4:7). Darte placer a ti mismo va totalmente contrario al llamado que Dios te hace a vivir una vida apartada del pecado. Considera que tú eres templo de Dios (1 Co. 6:16). Tus miembros son de Cristo (1 Co. 6:15). Al masturbarte, estás pecando contra ti mismo (1 Co. 6:18) y desobedeciendo la guía del Espíritu Santo (1 Tes. 5:19; Ef. 4:30). ¿Por qué entonces hacerlo? Usa tu cuerpo para la gloria de Dios al santificarte. De lo contrario, solo sentirás vació, tristeza y decepción.
Si este es un pecado con el que luchas, pídele a Dios en oración que él te ayude a dominarlo. Lee la Biblia para purificar tu alma. No permitas encontrarte a solas frente a un aparato electrónico en el cual puedas ver pornografía. Platica con un creyente espiritual y de confianza. Si eres casado, no faltes en tu deber conyugal. Ante todas las cosas, pídele a Dios que tus miembros sean solamente para ”servir a la justicia” (Rom. 6:19) y que él te ayude a hacer morir toda impureza de tu vida (Col. 3:5).