David Alves Jr.
Números 5:5-10
La persona que quebrantaba la ley de Jehová y era culpable de ciertos tipos de pecados, tenía la obligación de presentar la ofrenda por la culpa. Esta era una de cinco ofrendas principales que se entregaban a Dios en el sistema ceremonial del pueblo de Israel.
En Levítico 6:2, 3 se dan casos en los que esto aplicaba: negar al prójimo lo encomendado o dejado en su mano, robo, calumnia, hallar algo perdido pero negarlo y jurar falsamente. El que cometía uno de esos pecados debía hacer reparación para Dios y para el prójimo afectado. Al encontrarse en esta circunstancia, se tenían que hacer las siguientes cosas:
- Confesaba su pecado
- Compensaba enteramente el daño y añadía la quinta o el 20 por ciento. Por ejemplo, si alguien robaba 10 bueyes, debía darle al afectado 10 bueyes, más a parte otros 2 bueyes como parte del pago de la quinta parte.
- Ofrecía un carnero para que su pecado fuese expiado y perdonado.
- Pagaba al sacerdote en siclos de plata según la estimación del daño hecho.
En todo esto encontramos cosas preciosas concernientes a nuestro Amado. Nosotros no podíamos restituirle a Dios por la interminable lista de pecados que habíamos cometido y el profundo daño que habíamos causado a su santidad por todas nuestras iniquidades. El Señor hizo el pago completo por nosotros. Él sobre la cruz preguntó: ”¿He de pagar lo que no robe” (Sal. 69:4). No tenía nada por lo cual él tenía que hacer restitución por algún acto indebido cometido por él mismo porque él sin pecado. Al llevar todas nuestras maldades, él exclamó: ”Consumado es” (Jn. 19:30). Como Pablo dijo del daño cometido por Onésimo a Filemón: ”Ponlo a mi cuenta” (Flm. 18); cuanto más el Señor al sufrir por nosotros. Cristo no solamente pagó lo que debíamos sino que también le pagó a Dios la quinta parte y hasta más. La resurrección del Señor comprueba que el Padre quedó satisfecho con el pago realizado a nuestro favor. Así como había una reparación para Dios y para el hombre, así también la obra de Cristo. De una forma incalculable favoreció a Dios y nos bendijo a nosotros.
El pago hecho en siclos de plata representa el hecho de el pago hecho por Cristo fue para redimirnos y comprarnos. No fue con cosas corruptibles, sino con su propia sangre (1 Pe. 1:18, 19). Se entregó a sí mismo y dio su vida para pagar nuestro rescate (Mt. 20:28; 1 Tim. 2:6).
El carnero sacrificado para indemnizar el daño a Dios, es Cristo padeciendo sobre el madero. ¡Cuánto le debemos al Señor por todo lo que ha hecho por nosotros!

Cuando el afectado había muerto o no podía ser localizado y no tenía parientes, el que había causado el daño debía pagar su indemnización a Dios al ser entregado al sacerdote. Él tenía el derecho de recibirlo y quedárselo. Lo que era santificado a Dios era para el sacerdote. Esto puede hacernos en pensar en la devoción y la adoración que le brindamos a Dios por medio de Jesucristo quien intercede por nosotros. ”Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Heb. 13:15).