David Alves Jr.
Números 12:1-16
María y Aarón hablaron mal contra su hermano Moisés porque se casó con una mujer cusita o etíope. Socavaron a Moisés en relación a la gran responsabilidad que Dios le había dado, al decir de él: ”¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros?”
Vamos a notar distintas maneras en este pasaje que Moisés se asemeja a Cristo Jesús. En primer lugar, así como se puso en duda a Moisés por lo que dijeron sus hermanos, de igual manera fue con el Señor. Principalmente fueron los líderes religiosos en Israel que ponían en duda su Deidad, sus atributos y su ministerio. Lo acusaban de haberse hecho a si mismo Hijo de Dios (Jn. 19:7). Cuando dijo ser mayor que Abraham al ser eterno, con menosprecio preguntaron: ”¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió?” (Jn. 8:53). Constantemente tuvo que soportar escuchar al hombre decir cosas muy crueles acerca de él.
A pesar de lo que dijeron María y Aarón, Moisés no respondió. Se nos dice de él: ”aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra”. Es un ejemplo muy claro de lo que significa ser manso ó manifestar mansedumbre. Hablaron mal de Moisés, pero él no mostró un comportamiento agresivo.
Moisés podría ser el más manso sobre la tierra, pero no se compara con la mansedumbre del Hijo de Dios. Cuántas veces fue agredido verbalmente ó provocado fuertemente, pero nunca reaccionó violentamente. Él siempre fue ”manso y humilde de corazón” (Mt. 11:29). Pablo habla de ”la mansedumbre y ternura de Cristo” (2 Co. 10:1). Aún en su juicio antes de su muerte, cuando estuvo en la mira de muchos que lo vituperaban con vehemencia, ”cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pe. 2:23). Admiramos al más manso que ha caminado sobre esta tierra, a pesar de la intensa oposición con la que siempre tuvo que lidiar.
Dios llamó a María y a Aarón a la puerta del tabernáculo para castigarles por el mal que habían cometido. Al referirse a Moisés, dijo de él: ”mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa”. No fue un hombre perfecto, porque cometió varias fallas en su servicio a Dios, pero aún así Jehová podía reconocer la fidelidad de Moisés al ser el líder del pueblo de Israel.
La fidelidad de Moisés sobre la casa de Israel es mencionado en la epístola a los Hebreos. El escritor enfatiza la grandeza de Jesucristo al posicionarlo por encima de Moisés en relación a la casa de Dios. Moisés y muchos otros sirvieron fielmente, pero nadie lo ha hecho ni lo hará, como nuestro Salvador. En el capítulo tres, recalca una gran diferencia que hay entre los dos. Hace ver que Moisés sirvió fielmente en toda la casa de Israel; cuando Cristo lo hizo al estar por encima de la casa. Los judíos siguen admirando mucho a Moisés, pero nosotros nos maravillamos de uno que es mucho mayor a Moisés.
La ira de Dios se encendió en contra de Aarón y María al permitir que ella quedara llena de lepra. Aarón entonces clamó a Moisés que hiciera algo reconociendo la falta que él y su hermana habían cometido. Moisés tuvo misericordia de sus hermanos e intercedió por ellos delante de Dios al decirle: ”Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora.” María había hablado en contra de él. Bien pudo haber ignorado la plegaria que le hizo Aarón. Ella merecía el castigo por lo que había hecho, pero Moisés tuvo compasión de ella. Dios entonces tuvo misericordia de ella y la sanó de la terrible enfermedad.
Se parece mucho a nuestra historia de salvación. El Señor debió haber venido para condenar al mundo, pero por su amor por nuestras almas perdidas, él vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lc. 19:10). Él intercedió por nosotros. La culpa que nosotros debimos pagar, él lo pagó sobre el madero. Su obra ha permitido que él sea nuestro Mediador entre nosotros y su Padre.
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