Cristo en toda la Biblia

Rechazado la Primera Vez, Cristo Aparecerá por Segunda Vez

David R. Alves

En su primera venida, el humilde Jesús de Nazaret fue desconocido y rechazado por los judíos. Cuando venga por segunda vez, Rey de Reyes y Señor de Señores, será reconocido y apreciado por un remanente de su pueblo que se convertirá a Él cuando se manifieste en gloria y poder.

Consideremos a cuatro judíos en el Antiguo Testamento que ilustran estas verdades: José, Moisés, Josué, y David. 

En cuanto a José y los dos viajes de sus hermanos a Egipto, Esteban capta la esencia de lo que queremos considerar: “Cuando oyó Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la primera vez. Y en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos”, Hechos 7:12-13.

Del primer encuentro, Génesis 42:8 nos dice: “José, pues, conoció a sus hermanos; pero ellos no lo conocieron.” Él sabía bien quiénes eran los diez hombres que llegaron de Canaán, pero ellos no tenían ni la más mínima sospecha de quién era Él. ¿No fue esto un preludio de lo que sucedió con Cristo en su primera venida? Dice Juan en su Evangelio: “El mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”, 1:10-11. “En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis”, dijo Juan el Bautista a los judíos en el Jordán, Juan 1:26.

Es bien sabido cómo José trató a sus hermanos, usando de manera especial a Benjamín, para que reconocieran su mal y pudiesen reconciliarse con Él. Cuando llegó el momento preciso durante la segunda visita a Egipto, José, en una reunión privada, se dio a conocer a sus hermanos (Génesis 45:1). Es una escena que de manera muy conmovedora ilustra la conversión del remanente a Cristo cuándo Él se manifieste a ellos, Zacarías 12:10-14.

Esteban le dedica más de veinte versículos a Moisés y también trazó un paralelo semejante a las dos venidas de Cristo, pero un versículo encapsula nuestro tema: “A este Moisés, a quien habían rechazado … a éste lo envió Dios como gobernante y libertador”, Hechos 7:35. 

Al ser rechazado, Éxodo 2:11-15, Moisés se ausentó de la tierra de Egipto pero cuando regresó cuarenta años después, con señales que le acreditaban ser enviado de Dios, fue bien recibido. “El pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron”, Éxodo 4:31.

En los primeros capítulos de Éxodo se ilustra un cuadro profético que no debemos pasar por alto. El Faraón prefigura al Anticristo. Egipto es el mundo en la Tribulación. Israel bajo dura servidumbre y en peligro de extinción prefigura al remanente de la nación de Israel. Moisés, primero rechazado y luego aceptado, es una sombra del Mesías que vendrá a la tierra al final de la Tribulación para libertar a Su pueblo.

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Foto por Andrey Grinkevich

Josué, cuyo nombre significa “salvador”, o “libertador”, aparece por primera vez en Éxodo 17 peleando victoriosamente contra Amalec. Posteriormente, es visto en este mismo libro, en los capítulos 24, 32, y 34 como un servidor. En Números 13 y 14, fue enviado a Canaán como espía, pero al regresar con su reporte positivo fue rechazado a tal grado que querían apedrearlo. 

Así también Cristo. En su primera venida se le llamó Jesús, porque Él salvaría a Su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21). “No vino para ser servido, sino para servir”, Mateo 20:28. “Vino por testimonio para que diese testimonio de la luz”, Juan 1:7. Habló del país lejano, hermoso celestial, pero no le creyeron. “El que viene del cielo, es sobre todos. Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio”, Juan 3:31-32.

Cuando aparece Josué en el libro que lleva su nombre, ¡qué diferencia! Dios le dice: “Levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel”, Josué 1:2. La respuesta de sus hermanos a su primer mensaje a la nación fue: “Nosotros haremos todas las cosas que nos has mandado, e iremos adondequiera que nos mandes…te obedeceremos…cualquiera que fuere rebelde a tu mandamiento…que muera”, Josué 1:16-18. 

Cuando venga el Mesías, “reinará en justicia”, Isaías 32:1, y su pueblo le será obediente. Ezequiel 48 describe la porción de tierra que heredará cada tribu en el Milenio, “y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera”, Miqueas 4:4.

Finalmente, consideremos a David. “Valiente y vigoroso, hombre de guerra, prudente en palabras, y hermoso, y Jehová está con él”, 1 Samuel 16:18. Fue enviado por su padre para ver cómo estaban sus hermanos en el campo de batalla, pero sus hermanos, 1 Samuel 17:17-30 pero ellos se encendieron de ira y ¡lo acusaron de tener soberbia y malicia en su corazón! Perseguido por Saul, David se comparó a un perro muerto, a una perdiz, y a una pulga (1 Samuel 24:14; 26:20).

Pero David fue vindicado por Dios. El que fue tan humillado a pesar de haber derrotado a tan grande enemigo tuvo el gozo, a su tiempo, de sentarse sobre el trono para gobernar a sus hermanos. “Vinieron los varones de Judá y ungieron allí a David por rey sobre la casa de Judá”, 2 Samuel 2:4. 

Nuestro Señor, en la humillación extrema de su primera venida, se comparó a un gusano cuando estaba sobre la cruz (Salmo 22:6). Pero vendrá otra vez en gloria y poder, cual León de la tribu de Judá, en cumplimiento del pacto que Dios hizo con David su padre. 

Para subir, primero hay que bajar. Para ganar, primero hay que perder. Antes del trono, primero está el sufrimiento. El que se humilla, será enaltecido. Así fue con estos cuatro, e ilustran al Señor de ellos y nuestro.

En la soberana providencia de Dios: “Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”, Hebreos 9:28.

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