David Alves Jr.
Números 15:17-21
Esta es otro ejemplo de una ley que debía ser cumplida al llegar Israel a la Tierra Prometida. Al comer pan de la tierra, debían ofrecerle una ofenda a Dios. El pueblo bendecido, debía ser agradecido por las múltiples bendiciones recibidas por Dios y esto debía resultar en ellos adorándole.
Una de las cosas que nos motiva a nosotros a vivir vidas de adoración a Dios, es por la gratitud que tenemos por todos los beneficios que hemos recibido por medio de la obra del Señor Jesús. Pablo escribió: ”Dad gracias en todo” (1 Tes. 5:18).
De la misma manera en la que le ofrendaban a Dios las primicias de su cosecha; así también lo harían con la primera masa que amasaban. Presentaban a Dios una torta hecha con la primera masa que amasaban.
El color blanco de la masa es la perfecta pureza de nuestro Salvador. Su consistencia suave, habla de su carácter manso, a pesar de las situaciones muy adversas en las que se encontró. La masa antes de ser cocida, son los años de preparación que vivió el Señor en Nazaret antes de que su vida fuese consumada sobre una cruz. Fue un tiempo en el que, aunque no leemos sobre eso en los evangelios, fue de mucho agrado para su Padre. Muchas veces los panes en Israel eran llamados “panes traspasados” por los huecos que le hacían al prepararlos y cocerlos. Esto sin duda, hace pensar en el cuerpo bendito del Señor traspasado por espinas, clavos y una lanza. No solo fue su rostro, sino todo su cuerpo que quedó completamente desfigurado (Isa. 52:14).
Este pan ofrendado a Dios, enfatiza lo que el Padre disfrutó en su Hijo. Era una ofrenda mecida delante de Dios. Esto claramente apunta a Jesús ofreciéndose siempre a su Dios y siendo permanentemente su deleite. ¡Cuántas cosas pudo apreciar el Padre en su Hijo que nos llevará a nosotros toda la eternidad en aprenderlas!
No podemos pensar en este pan siendo ofrecido a Dios, sin considerar aquél que se llamó a sí mismo ”el pan vivo que descendió del cielo” (Jn. 6:51). No solo satisfizo a su Padre, pero también nos proveyó a nosotros una provisión completa. Él, y solamente él, ha llenado nuestras almas que estaban tan vacías.
Al ser la masa de las primicias, significa que el pan era hecho de la primera masa, o sea que era la mejor. La Biblia llama al Hijo de Dios como el ”primogénito”. Muchos lo han malentendido para pensar que de alguna manera indica que es un ser creado. Para nada. Más bien indica la posición suprema y exaltada que tiene el eterno Hijo de Dios sobre todas las cosas. Él es el ”primogénito entre muchos hermanos” (Rom. 8:29).
Esta ofrenda era considerada al ser proveniente de la era. En la era se trillaba el trigo para deshacerse de la paja. Esto se hacía para cosechar lo deseado y deshacerse de lo que era desperdicio. Cuando analizamos la vida del Señor, vemos que fue una vida llena de dificultades. Como en la era, constantemente fue atacado, azotado y humillado. En su caso, esto no separó lo provechoso de lo que era inútil, como sí pasa con nosotros con las pruebas de la vida, porque él era perfecto. Él fue siempre la misma persona en todo momento de su vida.
El Señor nos ayude a considerar al Señor en los panes de las primicias.