Cristo en toda la Biblia

Planchas Batidas Para Cubrir el Altar

David R. Alves

Números 16:36-40

– Una figura de las heridas que alteraron eternamente la apariencia del cuerpo del Señor –

El altar del holocausto en el atrio del Tabernáculo es un hermoso tipo de nuestro Señor Jesús y de su sacrificio en la cruz. “Tenemos un altar…Jesús…padeció”, Hebreos 13:10-13. 

El altar estaba hecho de madera de acacia y recubierto de bronce, o cobre, Éxodo 27:1-8. Allí ardía fuego de origen divino, Levítico 9:24. 

Cristo tuvo que hacerse hombre para poder morir. Su humanidad es impecable, e incorruptible. El cobre nos habla de justicia divina, y aquí vemos representado el carácter justo del Señor que pudo resistir y apagar el fuego de la ira de Dios en relación a la maldad del mundo pecador. Lo humano y lo divino de Cristo se ve representado en estos dos materiales.

Al consumar la obra, Cristo satisfizo a Dios (Efesios 5:2) y consumió el fuego que nos era contrario: Cantamos con gozo:

Ni sangre hay, ni altar; cesó la ofrenda ya;  

no sube llama ni humo hoy, ni más cordero habrá. 

y, 

La eternal justicia hallaba en la cruz satisfacción, 

a la par que Dios mostraba su clemente corazón.

Claro, el pecador no arrepentido sufrirá eternamente en las llamas del Lago de Fuego (Juan 3:36; Apocalipsis 20:15). 

En Números 16 Coré desafió el orden divino y dijo: “Mostrará Jehová quién es suyo y quién es santo…al que él escogiere, él lo acercará a sí”, Números 16:5. Un grupo de hombres se unieron a tal contradicción, o disputa, y tomaron doscientos cincuenta incensarios (sartenes de cobre) llenos de carbones encendidos del altar y de incienso, para ofrecerlo en el santuario. 

Cuando Dios vio la temeridad y dureza de corazón de estos rebeldes, Él intervino y la tierra se abrió y tragó vivos a Coré y sus hombres, mientras que los doscientos cincuenta fueron quemados por fuego que salió de la presencia de Dios (del Lugar Santísimo). Aarón también entró, pero con aceptación divina.

Por mandato divino “el sacerdote Eleazar tomó los incensarios de bronce con que los quemados habían ofrecido; y los batieron para cubrir el altar”, Números 16:29. La añadidura de las planchas batidas sería un recordatorio de este acto de rebelión en contra de Dios.

Consideremos ahora a nuestro Señor Jesucristo, y cómo Su cuerpo también fue alterado permanentemente, ¡eternamente!, por la rebelión del hombre contra Dios. 

El Antiguo Testamento predijo las cinco heridas físicas que Cristo sufriría sobre la cruz. Sus manos y sus pies serían horadados, Salmo 22:16; y su costado sería traspasado, Zacarías 12:10 (Comparar con Juan 19:37). 

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Hay dos registros históricos en el Nuevo Testamento en los que el Señor mostró las heridas en su cuerpo después de Su resurrección: 

  • “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies”, Lucas 24:39-40.
  • “Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”, Juan 20:27.

Mateo y Marcos enfatizan dos oficios del Señor: el de Rey y el de Siervo  respectivamente. Lucas y Juan enfatizan las dos naturalezas contrastantes del Señor: Hombre y Dios, respectivamente.

El hecho de Lucas y Juan son los únicos que mencionan la evidencia de la crucificción en el cuerpo resucitado de Cristo es significativo. El Espíritu Santo parece recalcar que Su divinidad eterna y Su humanidad perfecta son indispensables para que sea el Escogido de Dios.

En gloria Cristo se distinguirá por ser el “Cordero como inmolado”, Apocalipsis 5:6. “Inmolado” es un verbo en Tiempo Perfecto: la acción ha concluido pero el resultado es permanente. Esto es obvio en todo cordero inmolado, pero aquí la maravilla es que ¡este Cordero está vivo! O sea, lleva en su cuerpo resucitado la evidencia de cómo murió.

Heridas, sí, heridas, veré en Ti, Jesús,

sólo por ti sufridas en esa cruenta cruz.

Cordero inmolado, eres mi Salvador;

tus manos, pies, costado, son pruebas de tu amor.

La rebelión de Coré alteró el aspecto del altar (Números 16), pero también añadió al contenido del arca del pacto (Números 17). Afuera, el pueblo podía ver las planchas batidas sobre el altar. Velo adentro, y dentro del arca, ¡Dios disfrutaba el fruto que nunca antes había estado allí! (Números 17:10; Hebreos 9:4). 

En el Tabernáculo el arca y el altar del holocausto eran los muebles más lejanos el uno del otro. Desde el trono de Dios en el cielo, la cruz fue un lugar tan lejano (Salmo 22:1-2). La crucificción de Cristo fue un acto de suprema rebeldía a Dios. Sin embargo, Cristo tornó la rebeldía del hombre en algo que glorificará eternamente a Dios.

Cuánto se complace el Padre en Aquél de quién Él dijo: 

Fue cortado de la tierra de los vivientes, y por  la rebelión de mi pueblo fue herido,
Isaías 53:8.

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