Cristo en toda la Biblia

La Vaca Alazana y la Purificación de los Inmundos IV

David R. Alves

Números 19

Una expiación, u ofrenda por el pecado, pero diferente

Versículos 9 y 17 hacen mención de este rito como una “expiación”, también traducido “ofrenda por el pecado”. Además de que Eleazar, no Aarón, fue el que supervisó el procedimiento, hay otras diferencias obvias que contrastan con el sacrificio expiatorio descrito en el libro de Levítico.

En el sacrificio por el pecado se enfatiza el  becerro Lv. 4:3, 14) o al  macho cabrío (Lv. 4: 23), un cordero hembra era opcional (4:32). Sin embargo, forzosamente, el requisito aquí era una hembra. Una vaca alazana de entre dos a cinco años de edad. Recuerde que el contexto de Números 19 es la elevada tasa de mortalidad entre el pueblo debido a su rebelión en el desierto (Nm. 11:33; 14:37, 45; 16:33-35, 49). La provisión para la purificación de la inmundicia provocada por tanto contacto con lo muerto vendría de la hembra, la que da a luz vida. Eva fue llamada la “madre de todos los vivientes”, Génesis 3:20. Cristo es el Autor de la Vida (Hechos 3:15). 

Es la única ocasión en que el animal era degollado y ofrecido enteramente fuera del campamento. Nada era ofrecido primeramente sobre el altar (Ver: Lv. 4:8–12, 19-21; 8:16-17; 9:10-11; 16:27). “Sirvió para intensificar la convicción de que toda esta ordenanza tenía la intención de traer a la mente de los hombres que la muerte era algo terrible y que todo lo relacionado con ella era completamente ajeno a la presencia y habitación del Dios viviente” (Thomas, W.). Hemos visto cómo Cristo “padeció fuera de la puerta”, Hebreos 13:12. 

La sangre de esta víctima no era derramada al pie del altar del holocausto, ni untada sobre los cuernos del altar de incienso (Lv. 4:7). Desde fuera del campamento Eleazar volteaba hacia el occidente, y rociaba un poco de la sangre de la vaca recién degollada siete veces hacia el santuario. El número siete aquí nos habla de algo completo, divinamente sancionado. 

El leproso fuera del campamento también era rociado siete veces con sangre (Lv. 14:7). En otros contextos también se menciona que la sangre era rociada siete veces (Lv. 4:6,17; 8:11; 14:51; 16:14, 19). Estas figuras apuntan a la eterna eficacia de la sangre de Cristo que sería derramada una vez y para siempre (Heb. 9:12).

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Foto por Maxim Tejer

Dicho sea de paso, aunque moría lejos del santuario, tres cosas le daban total validez al sacrificio de esta vaca: Primeramente, el hecho de que la vaca era degollada en la presencia de Eleazar (v. 3); además, un poco de su sangre era rociada hacia el Tabernáculo (v. 4), y en tercer lugar, era quemada ante los ojos de Eleazar (v. 5). Era tan válido como los sacrificios que eran total o parcialmente ofrecidos sobre el altar en el atrio. La lejanía de unos sacrificios y la cercanía de otros nos proveen una ilustración de dos aspectos simultáneos de la obra de Cristo en la cruz: El que fue desamparado de su Dios (Mateo 27:46) nunca abandonó el seno del Padre (Juan 1:18).

El versículo 5 enfatiza como toda la vaca era quemada: “Su cuero, y su carne y su sangre, con su estiércol”. En cuanto al becerro de la expiación mencionado en Levítico 4, parte del animal, particularmente la grosura, era ofrecido a Dios sobre el altar y ardía en olor grato a Él (v. 31), mientras que la mayor parte del animal fue quemado fuera del campamento (v.v. 11-12). 

Los términos “quemar” y “fuego” en los versículos 5 y 6 traducen un mismo vocablo hebreo (saraph, Strong’s H8313) que conlleva la idea de un fuego intenso, un incendio que destruye. Nos hace pensar en el ardor tan intenso del castigo de Dios que experimentó Cristo por nosotros en la cruz. No así el fuego que había en el altar del holocausto. Esa palabra (qatar, Strong´s H6999) es el de quemar incienso y por eso la expresión típica de lo que era ofrecido sobre el altar es que era un sacrificio “olor grato; ofrenda encendida a Jehová”, como en Lv. 1:9, por ejemplo.

Al contemplar la vaca siendo quemada, no podemos sino postrarnos en adoración y dar gracias a Dios por Aquel que en la cruz sufrió nuestro castigo (Isaías 53:5). Dios quiera que esto nos ayude a vivir continuamente sabiendo que, siendo ya creyentes, “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y de limpiarnos de toda maldad”, 1 Juan 1:9.

Será continuado…

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