David Alves Jr.
Mateo 11:28-30
Los acabada de reconocer como sus apóstoles y apenas les había dado sus primeras indicaciones, cuando les hace una invitación. “Vengan a mí todos los que están cansados y cargados”. Habían predicado y sanado a multitudes. Sin duda, soportaron críticas, ataques y ser rechazados. Todas estas labores les habían desgastado.
Servir a Dios cansa. Toda la actividad los había fatigado y todo lo que habían vivido los había dejado sintiéndose como si llevasen una carga pesada.
Lo que experimentaron los discípulos, seguramente usted lo ha sentido. Quizás ha conocido íntimamente el agotamiento y el estrés que produce servir al Señor. No hay que ser evangelista en África para pasar por eso. Donde quiera que se encuentre y en cualquier manera en la que usted sirve fielmente a Dios, usted seguramente experimenta lo mismo que los apóstoles.
¿Está cansado o cargado? El Señor nos hace la invitación de ir a él, y que si lo hacemos, hallaremos descanso.
Ir a él no es para los altivos de corazón, sino para aquellos que reconocen que no pueden por sí solos. Entienden que imperiosamente necesitan el apoyo y la dirección del Señor de la mies. Al servir a Dios y ver su mano bendiciendo lo que hacemos, puede resultar en que pensemos que somos nosotros los que estamos haciendo una gran obra por alguna cualidad que nosotros poseemos. El Señor le enseña a los suyos que esto nunca resultará para bien.
Cuando vamos a él, reconocemos que no podemos servir por medio de nuestras propias fuerzas, pero descubrimos que más bien debemos renunciar a nuestra voluntad para entregarnos completamente a la suya. Nos pide que llevemos su yugo. El yugo es un instrumento de madera que es puesto sobre el cuello de una yunta de animales que son unidos de esta manera lado al lado y que les permite poder llevar una carga o el arado.
Debajo del yugo es donde nos quiere el Señor. No, no es un lugar llamativo. Allí debajo de esa madera; no hay vanagloria, popularidad ni reconocimiento. Pero es allí donde el Señor quería a sus discípulos, y a nosotros también. En ese lugar de humillación y de servicio es donde aprenderemos dos valores que nos serán de tremenda ayuda en la vida. El Señor Jesús promete que debajo de ese yugo aprenderemos dos cosas de su Persona: la mansedumbre y la humildad.
No podremos ser útiles en nuestro servicio a Cristo si no vamos a él, si no nos ponemos debajo de su yugo y si no aprendemos de su mansedumbre y humildad. No podríamos encontrar a alguien que fuese un mejor ejemplo de estas cosas que él. La mansedumbre de Cristo nos lleva a saber cómo afrontar la oposición y los obstáculos que aparecen en el camino al servirle a él. La humildad de Cristo nos permite poder servir incansablemente, sin buscar cómo glorificarse uno mismo, sino más bien, glorificarlo siempre a él.

Cristo promete que al ponernos debajo de su yugo y que al aprender de su mansedumbre y humildad, hallaremos descanso para nuestras almas. Parece contradictorio que el Señor enseñe que una herramienta de trabajo que exige un esfuerzo tan intenso, traiga sosiego a nuestras vidas. El gran problema con muchos de nosotros es que vivimos sirviendo a Dios intensamente presionados que se vean los resultados de lo que hacemos. Eso no es ponerse debajo del yugo del Señor y permitir que él sea nuestro Maestro que nos enseña estas dos cualidades que él quiere que aprendamos de él. El Hijo de Dios nos está demostrando que más bien deberíamos servirle a él, llevando el yugo, al ser completamente humildes y dependientes en él para que él produzca los resultados. El humilde de corazón sirve fielmente, pero confía en que es Dios el que dará los resultados.
El Señor termina por asegurarles que su yugo es fácil y que su carga es ligera. Esto también trae placidez a nuestras almas al saber que el Señor no nos dará una tarea o una carga que no podamos llevar. Él nos va capacitando para hacer exactamente lo que él quiere que hagamos. Cuando vienen aflicciones en nuestra vida de servicio a Dios, también podemos estar seguros de que él lo ha puesto sobre nosotros, sabiendo lo que podemos sobrellevar. Todo es fácil y ligero cuando servimos junto con él; aún un yugo y una carga.
¿Está dispuesto a posicionarse debajo del yugo? No es el lugar más vistoso, humanamente hablando; pero sí es el lugar más privilegiado, porque es allí donde aprenderemos lecciones invaluables que nos beneficiarán en servirle mejor al que nos amó hasta la muerte.