David R. Alves
Los Puños del Creador
¿Quién encerró los vientos en sus puños?, Pr. 30:4. Hay una sola respuesta. Sea una brisa o un furioso viento huracanado, todo lo que sopla de manera natural es obra del Creador. Pero Dios es Espíritu, Jn. 4:24. La mención de sus puños es un antropomorfismo, cuando se le atribuyen características humanas al Creador para ayudar nuestra comprensión de su infinita grandeza y omnipotencia. ¡Cuán grande es Él!
Los Puñetazos del Pecador
La única vez que leemos de puñetazos en el Nuevo Testamento fue en contra de Cristo. El Señor de la gloria fue juzgado por el concilio de los judíos antes de ir a la cruz. Cuando Él no negó ser el Hijo de Dios, entonces comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos”, Mr. 14:65 (ver Mt. 26:67).
¡Qué humillación! ¡Qué mansedumbre! El omnipotente Dios del cielo, encarnado en Jesús de Nazaret, se dejó dar puñetazos por sus propias criaturas. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca, Is. 53:7. Como Uza, en 2 S. 6:6-7, herido mortalmente por el furor de Jehová cuando extendió su mano para sostener el Arca del Pacto, estos hombres también deberían haber muerto. ¡Qué misericordia mostró Cristo aquel día!
Los Puños del Salvador
En Levítico 16 leemos del Día de Expiación en Israel. Este era el único día en el año cuando el sumo sacerdote entraba hasta el Lugar Santísimo, y lo hacía varias veces ese día. El versículo 12 describe su entrada con “un incensario lleno de brasas de fuego del altar de delante de Jehová, y sus puños llenos del perfume aromático molido…y pondrá el perfume sobre el fuego delante de Jehová, y la nube de perfume cubrirá el propiciatorio”.
La figura es de Cristo exaltado llegando al santuario celestial. Su obra consumada llenará el cielo con un aroma que perfumará el cielo por la eternidad. Cantamos: Jesús tierno nombre de precio y valor, tu nombre bendito Jesús Salvador, por cima de todos, sin par, sin igual, exhala fragancias de amor celestial.
Los Puñados del Adorador
En relación a la ofrenda de grano se menciona al sacerdote tomando un puñado de flor de harina para añadirlo a lo que ardía sobre el altar. Esta harina fina nos habla de la perfección de la humanidad de Cristo. En dos ocasiones, Lv. 2:2 y 6:15, es un complemento al holocausto, que ilustra la entrega total del Hijo, sin mancha, a su Padre. En Lv. 5.12 es un complemento a la ofrenda por el pecado, en la que vemos a Cristo, sin pecado, ofreciéndose por el pecador. En ambos contextos el puñado nos habla de nuestra poca comprensión de las excelsas glorias morales de Cristo.
Apreciado creyente, ¡no olvide presentar constantemente a Dios su puñado de adoración! Así como en el pasado, aunque poco, subirá como ofrenda encendida, de olor grato a Él.