David R. Alves
Números 19
¿Quién en Israel requería de este rito de purificación? ¿Nos ilustra algo hoy?
En los versículos 1-10 leemos de la ofrenda de la vaca alazana y el resguardo de las cenizas en un lugar limpio fuera del campamento. En los versículos 11-22, veremos para qué se usaban las cenizas.
El único ejemplo específico de este rito lo encontramos en Nm. 31:22-24, en relación a los despojos que los israelitas obtuvieron después de su victoria contra Madián.
“El que tocare cadáver de cualquier persona será inmundo”, dice el v. 11. Con sólo entrar a la tienda en donde estaba el muerto uno se contaminaba. Todo lo que había en la tienda quedaba inmundo, incluyendo una vasija cuya tapa no había sido bien ajustada, v. 15. Tocar un cuerpo muerto en el campo, o un hueso, o un sepulcro, hacía a uno inmundo, v. 16.
Los israelitas ya habían sido redimidos (Éxodo), y gozaban de comunión con Dios (Levítico), pero en su peregrinar por el desierto (Números) estaban expuestos a la contaminación por algo muerto. La muerte era la expresión más gráfica de la presencia del pecado en medio de ellos. Aunque ya redimidos, necesitaban ser purificados constantemente.
Así también el creyente hoy día. Abunda en el mundo “toda especie de mal”, 1 Ts. 5:22; todo tipo de “contaminación de carne y de espíritu”, 2 Co. 7:1. Hay pecado que nos asedia, He. 12:1. Dentro de la casa hay muebles electrónicos que pueden ser focos de contaminación. Y, ¿qué de las vasijas abiertas? Esto nos habla de nuestro problema interno, una mente abierta a pensamientos inicuos. Batallamos con los deseos de la carne, Gá. 5:16-17. Cristo dijo: “De dentro, del corazón de los hombres, salen malos pensamientos”, Marcos 7:21. En un sentido, el creyente debe tener una mente cerrada, llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, 2 Co. 10:5.
Aunque el rito de la vaca alazana se parece a la ofrenda por el pecado, a la vez era diferente. La ofrenda por el pecado tenía mérito expiatorio, nos habla del aspecto de la obra de Cristo para salvarnos una vez y para siempre de nuestros pecados, sin embargo, el agua de purificación era para limpiar al que era inmundo ceremonialmente, e ilustra la provisión divina para nuestra constante limpieza espiritual el día de hoy.
El escritor a los Hebreos hizo esta relación al escribir: “Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos [la ofrenda por el pecado], y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos [el rito de la vaca alazana], santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

El hombre limpio que rociaba el agua con las cenizas: Una figura del Espíritu Santo.
En el versículo 18 aparece el cuarto personaje involucrado en este rito. También tenía que ser un hombre limpio. Este hombre rociaba el agua mezclada con las cenizas de la becerra sobre los inmundos y lo inmundo.
Las cenizas eran el residuo de lo que se quemaba de la vaca. Por las características rojizas de la vaca, su sangre, y los elementos adicionales quemadas con ella, especialmente la grana, las cenizas eran rojizas. En un recipiente se mezclaban estas cenizas en aguas corrientes, v. 17. La expresión hebrea es “aguas vivas”. El hombre limpio usaba hisopo para rociar el agua sobre el inmundo y sus pertenencias, v. 18, el día tercero y también en el día séptimo, v. 19 para su purificación.
El hombre limpio, que rociaba el agua con cenizas, es una figura del Espíritu Santo actuando en base a la obra de Cristo (las cenizas) aplicando la Palabra de Dios a la vida del creyente. El agua aquí nos habla de la Palabra de Dios (Ver Ef. 5:26, Jn. 13:5, 8, 10; 15:3).
El israelita que rehusaba el agua de purificación era cortado de entre el pueblo, v. 20. Un verdadero creyente, tarde o temprano, reacciona positivamente cuando el Espíritu Santo le redarguye de pecado.
Cristo resucitó al tercer día y puede salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, He. 7:25. Posiblemente es por esto que se mencionan el tercer (resurrección) y séptimo (completo, divino) día en relación a la purificación del inmundo.
A lo largo de mil quinientos años, desde su travesía por el desierto hasta la destrucción del templo de Herodes, exceptuando ciertas interrupciones, se ha calculado que Israel necesitó de un total unas seis vacas alazanas diferentes para la provisión de las cenizas necesarias. Pero “Cristo, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados…con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”, He. 10:12-14.
¿Hay algún mensaje profético?
Rabinos judíos hoy buscan incansablemente una vaca alazana sin defecto. ¡Dicen que no debe tener más de tres pelos blancos! De vez en cuando leemos en las noticias de que se ha encontrado semejante ejemplar de animal. Esto se debe a que para los judíos esta es una de la señales de la venida del Mesías.
Nosotros no buscamos señales, esperamos en cualquier momento al Señor, 1 Ts. 1:10. A la luz de Su pronta venida, celebremos el significado espiritual de este rito. “Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”, 1 Juan 3:3. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”, 1 Juan 1:9