David R. Alves
El Purgatorio es una doctrina católicoromana que enseña que cuando una persona muere en gracia necesita primero pasar por un proceso temporal de castigo purificador antes de poder entrar a la gloria del cielo.
“Purgatorio del latín tardío purgatorius ‘que purifica’”(Real Academia Española). Esta purificación es de pecados veniales, o leves, como es, por ejemplo, la pereza, la soberbia, y la glotonería; no de los pecados mortales, o graves, como es, por ejemplo, el homicidio, la blasfemia, y el adulterio.
El Purgatorio tiene que ver con el alma en el estado intermedio entre la muerte y la resurrección. El tiempo que dura una alma allí, se dice, puede ser acortado por la acciones de familiares o conocidos que todavía estén vivos sobre la tierra, ya que pueden hacer oraciones, dar limosnas, hacer misas, o comprar indulgencias a favor del difunto.
Los fieles que mueren en gracia perfecta (sin la carga de pecados veniales) van directo al cielo. El infierno es el destino de los incrédulos empedernidos. Pero el Purgatorio es, según este dogma, un tercer destino y es para los fieles que mueren en gracia pero tienen pecados leves de los cuales necesitan ser limpiados, o penitencias que no terminaron de cumplir sobre la tierra.

Aun entre teólogos católicos no es claro si el Purgatorio es un lugar o un estado. Algunos creen que incluye ambos conceptos. En años recientes se habla del Purgatorio como un proceso interno que se lleva a cabo más allá de la muerte y constituye la última etapa de la santificación de un ser humano para poder entrar al cielo.
La Biblia, sin embargo, enseña que cuando todo verdadero creyente muere, el destino de su alma no depende de su condición espiritual al momento de morir, sino que depende de su unión a Cristo, Ro. 8:33-39.
Al morir, el cuerpo del creyente se queda atrás pero su alma y su espíritu van inmediatamente a estar con Cristo en el cielo:
“Teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”, Fil 1:23.
“Más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”, 2 Co. 5:8.
“Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu”, Hch. 7:59.
Un concilio católico es una reunión de la alta jerarquía católica para legislar en materia de doctrina, y se identifican con el año y el lugar en que se llevó a cabo. La Iglesia Católica reconoce unos veintiún concilios oficiales.
Es notorio que no fue hasta 12 siglos después de Cristo que se articuló formalmente la doctrina del Purgatorio en la Iglesia Católica, al llevarse a cabo el Concilio de Lyon, en el año 1274 de nuestra era. Antes de esto, las referencias a tal noción son elementales entre los, así llamados, “padres de la Iglesia”, quienes hacían referencia a las oraciones por los muertos.
En el año 1439, en el Concilio de Florencia se definió que el Purgatorio era de carácter penal (castigo) y purificador. En el Concilio de Trento, en el año 1563, se validaron las acciones que podrían hacerse desde la tierra en beneficio de los muertos en el Purgatorio.
Los reformadores, como Lutero, Zwinglio, y Calvino, rechazaron rotundamente la enseñanza católica en relación al Purgatorio por carecer de base bíblica.
La Iglesia Católica Romana apela a varios pasajes bíblicos para tratar de justificar este dogma:
“A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”, Mateo 12:32.
Objeción: Este pecado se refiere a los que vieron a Cristo en los días de su carne y lo acusaron de ser poseído por Satanás para poder hacer los milagros que hacía. Pensando así de Cristo, era imposible la salvación. El perdón de los pecados se obtiene mientras la persona está sobre la tierra. Este versículo no tiene nada que ver con la muerte de un creyente hoy, ni mucho menos con su purificación después de morir.
“Cristo padeció…siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados…”, 1 Pedro 3:18-20.
Objeción: Aunque es un texto que ha causado controversia en cuanto a su significado. Lo que sí es claro es que estos espíritus fueron en otro tiempo desobedientes. No se refiere a creyentes. Más bien, todo indica que estos son los antediluvianos que rechazaron el mensaje que Cristo les predicaba por medio de Noé. Cabe señalar que no hay ningún pasaje bíblico que enseñe que después de la muerte haya oportunidad de salvación para el que rechazó el mensaje del evangelio mientras vivía sobre la tierra.
“Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios”, 1 Pedro 4:6.
Objeción: La segunda mitad del versículo hace claro que este versículo tiene que ver con algo que sucede sobre la tierra. Aquí, los muertos son personas que viven aún pero están separadas de Dios, espiritualmente están muertos en sus delitos y pecados (Efesios 2:1) y se les está predicando el evangelio.

“Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego”, 1 Co. 3:15.
Objeción: Este texto se usa fuera de contexto. Se refiere a la examinación, llamado el Tribunal de Cristo, que hará el Señor en el cielo de la vida de cada creyente después de la resurrección. El tema será el servicio del creyente durante su vida sobre la tierra. Fíjese que habrá recompensa (que no hay en el Purgatorio) y pérdida. “Salvo, así como fuego” quiere decir que un creyente será “como tizón escapado del fuego”, Am. 4:11. Salvo por pura gracia, pero que sufrirá pérdida por no haber sido fiel en su servicio a su Señor.
La Iglesia Católica también usa fuentes extrabíblicas para tratar de confirmar la validez del Purgatorio. Esta cita es de uno de los libros de los Macabeos:
“Judas, después de reorganizar el ejército, se dirigió hacia la ciudad de Odolam. Como era fin de semana, se purificaron y celebraron allí el sábado. Al día siguiente buscaron a Judas para ir a recoger los cuerpos de los muertos y a sepultarlos con los suyos en los sepulcros de sus padres. Bajo la túnica de cada muerto encontraron objetos consagrados a los ídolos de Jamnia, prohibidos por la Ley a los judíos. Comprendieron entonces por qué habían muerto. Todos se admiraron de la intervención del Señor, justo juez que saca a luz las acciones más secretas, y rezaron al Señor para que perdonara totalmente ese pecado a sus compañeros muertos. El valiente Judas exhortó a sus hombres a que evitaran en adelante tales pecados, pues acababan de ver con sus propios ojos lo que sucedía a los que habían pecado. Efectuó entre sus soldados una colecta y entonces envió hasta dos mil monedas de plata a Jerusalén a fin de que allí se ofreciera un sacrificio por el pecado. Todo esto lo hicieron muy bien inspirados por la creencia de la resurrección, pues si no hubieran creído que los compañeros caídos iban a resucitar, habría sido cosa inútil y estúpida orar por ellos. Pero creían firmemente en una valiosa recompensa para los que mueren como creyentes; de ahí que su inquietud era santa y de acuerdo con la fe. Esta fue la razón por la cual Judas ofreció este sacrificio por los muertos; para que fueran perdonados de su pecado“, 2 Macabeos 12:38-45 (Biblia Católica Latinoamericana).
Objeción: Esta cita es de un libro no inspirado (se le llama deuterocanónico, o apócrifo). Aunque no dudamos de la veracidad de las hazañas de los Macabeos, no usamos como base doctrinal lo que dicen libros apócrifos como este. No hay un pasaje bíblico divinamente inspirado, en donde se enseña que es válida la práctica de orar por los muertos.
En conclusión, en la Biblia no aparece la palabra purgatorio , ni un lugar llamado así, ni semejante proceso después de la muerte, ni un estado del alma así, ni mucho menos, tal doctrina.
Cristo enseñó claramente que sólo hay dos caminos y dos destinos:
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”, Mateo 7:13-14.
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