David Alves Jr.
Números 29
En cuanto a las fiestas solemnes de Jehová, en el capítulo 28 de Números, aprendimos la semana pasada acerca del holocausto continuo que era ofrecido en la Pascua, Panes sin levadura y Primicias. En este capítulo, se detalla lo que se debía de ofrendar a Dios en las fiestas de las Trompetas (v.1-6), Día de la expiación (v.7-11) y Tabernáculos (v.12-39).
Estas tres fiestas son descritas en el capítulo 23 de Levítico. En esa porción de las Escrituras, en los v.23-35 leemos sobre las Trompetas; en los v.26-32, el Día de la expiación; y en los v.33-44, los Tabernáculos. En Levítico se enfatizan las actividades de los Israelitas; en Números el enfoque es lo que era ofrecido a Dios. Cada una de las fiestas tenían dos aspectos. El beneficio que recibía el pueblo; y el beneficio que recibía Dios. Este último siendo el más importante.
La gran obra de Jesucristo es vista aquí porque también tiene estos dos aspectos. Lo que él padeció, fue para nuestro bienestar espiritual, pero lo más importante, es que fue para agradar y glorificar a su Padre. Aunque Dios tuvo que abandonarlo al cargar sobre él nuestros pecados, él se complació profundamente en lo realizado por su Hijo sobre el madero. Esto lo vemos comprobado por el hecho de que él lo resucitó de entre los muertos al tercer día.
Lo ofrecido a Dios en cada una de las tres fiestas mencionadas, es llamado holocausto (v.2, 8, 13, 36). Esta ofrenda era dedicada a Dios al ser quemada sobre el altar. El hecho de que era quemada sobre el altar, enfatiza el hecho de que era para Dios y simboliza la perfecta entrega de Jesucristo a su Padre. El holocausto era en olor grato a Dios y ofrenda encendida en fuego para su disfrute.

En las fiestas de Trompetas y Día de la expiación, se ofrendaban en holocausto: un becerro, un carnero y siete corderos de un año sin defecto. En la fiesta de Tabernáculos, se ofrendaban en holocausto: trece becerros de la vacada, dos carneros y catorce corderos de un año sin defecto. Al octavo día de celebrarse los Tabernáculos, en el día de reposo, se debían de presentar a Dios en holocausto lo mismo que en las Trompetas y en el Día de la Expiación.
Notemos cómo cada uno de sus animales nos hablan de Jesús. El becerro siendo un animal de trabajo, podría simbolizar a Cristo como siervo. Él “no vino para ser servido, sino para servir” (Mr. 10:45). El carnero por su habilidad de escalar montañas empinadas, representaría el andar firme de nuestro Salvador. Él “afirmó su rostro para ir a Jerusalén” (Lc. 9:51). El cordero por ser un animal dócil, nos señala la tierna mansedumbre del Hijo de Dios. El profeta Isaías lo compara a un cordero siendo llevado al matadero porque él “enmudeció, y no abrió su boca” (Isa. 53:7).
Los holocaustos no iban solos, sino que iban acompañados de sus respectivas ofrendas y libaciones. Hemos notado en varias ocaciones anteriormente, que las ofrendas de pan resaltan la perfección del Señor y que las libaciones simbolizan su entrega a Dios.
Cada una de las fiestas en Israel, resultaban en la bendición del pueblo de Dios; pero lo más importante, era que Dios se glorificaba a través de lo que se le ofrecía. Al hacer memoria de nuestro Señor, podemos meditar en cómo la obra del Calvario nos ha beneficiado enormemente; pero no olvidemos que lo más importante, es que esa muerte fue principalmente para la honra y gloria de Dios.