David Alves Jr.
Números 32
Desde hace unos cinco años, hemos estado publicando escritos cada Sábado sobre nuestro Salvador para ayudarnos a meditar en él en el partimiento del pan cada día del Señor. Esto lo hemos hecho al ver a Cristo en Génesis, Éxodo, Levítico, y ahora nos encontramos en la parte final de Números. El Espíritu Santo nos lleve a siempre encontrar al Hijo de Dios en cada una de las páginas de las Escrituras.
Al comenzar otro año, es una buena oportunidad para que lo iniciemos reflexionando sobre el Señor Jesucristo. Nuestro deseo es que esto sea algo que hagamos a lo largo de todo el año, y no solo al inicio del año o únicamente una vez por semana. Lo mejor que pudiéramos hacer es permanecer a los pies del Señor, pensando en su Palabra y rendirle la adoración que él tanto merece.
Algo que debemos considerar al leer Números 32, es el peligro de que pongamos lo material por encima de lo espiritual. Lo vemos porque los de la tribu de Rubén y Gad le pidieron a Moisés y a los otros líderes permiso para que se quedaran en las tierras de Jazer y Galaad. Esto significaba no vivir en el territorio que Dios les había otorgado al otro lado del Jordán. Ellos habían prosperado y tenían una abundancia de ganado. Les llamaba la atención esas tierras porque había mucha pastura. Moisés lo vio mal. Comparó esto con lo que hicieron los espías en el capítulo 13 al desalentar al pueblo para que no entraran a Canaán.
Habían sido sacados de la esclavitud en Egipto, esto representa nuestra salvación; y habían cruzado el Mar Rojo, esto simboliza nuestro bautismo al identificarnos con Cristo. Pero ahora que debían cruzar el Jordán para disfrutar las bendiciones de la tierra conquistada; no quisieron pasar, prefirieron quedarse. Nosotros podemos llegar a hacer lo mismo con la herencia que tenemos en Cristo. Llegamos a ponerle más importancia a Jezer y a Galaad que a Canaán.

La tierra que fluye leche y miel, para nosotros representa todas las bendiciones que tenemos en Cristo Jesús. Este es uno de los temas principales en la epístola de Pablo a la iglesia en Efeso. Les escribió sobre la herencia que tenemos los santificados para que la apreciaran y para que les impactara en sus vidas. Les explicó que esta herencia es para aquellos que fuimos “predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Ef. 1:11). Les aclaró que hemos recibido al Espíritu como una garantía de nuestra herencia para asegurar que un día nuestra redención será completa (Ef. 1:14). Les trató de impresionar al narrarles sobre las riquezas de la gloria de Cristo en relación a la heredad que tenemos (Ef. 1:18). De igual manera, también les habló sobre los que tenemos “herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Ef. 5:5).
Lo extraño es que a pesar de que somos “herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rom. 8:17), en muchas ocaciones preferimos el confort y la comodidad de este mundo, que disfrutar de todo lo que tenemos en Cristo. Lo que este mundo ofrece, es infinitamente más pobre que todos los tesoros espirituales que tenemos por causa del que padeció por nosotros en el madero. Tendríamos que preguntar: ¿por qué tenían los de estas dos tribus tanto ganado? ¿Será posible que no ofrendaban a Dios como lo hacían las demás tribus? Su decisión en quedarse, fue basada completamente en lo que les convenía materialmente. Es posible que estaban quedándose para ellos mismos lo que debía ser entregado a Dios. Pareciera que no estaban pensando en qué era lo que le glorificaba a Dios.
Para este año 2022, Dios quiere que le sirvamos y adoremos sin reservas. No busquemos satisfacer nuestros deseos ni placeres. Hagamos todo aquello que exalta a Dios. Así como Rubén y Gad debieron haberse impactado al ver lo que tenían en Canaán por la mano poderosa de Dios; así nosotros debemos entregarnos a él, al ver todo lo que tenemos en su precioso Hijo. Aquél que murió y resucitó por nuestros pecados para conquistarnos una increíble herencia, merece todo lo que somos y tenemos.