David Alves Jr.
Números 36
Llegamos al final del libro de Números. Hemos visto una y otra vez a nuestro Redentor en este precioso libro. Al llegar a su último capítulo, queremos volver a ir a los pies del Maestro para ver qué podemos aprender acerca de él. Hay algo precioso aquí. No leemos acerca de varones valientes que salen a ganar guerras, sino que leemos de mujeres que anhelaban fervientemente su heredad.
Estas mujeres eran hijas de Zelofehad y eran de la tribu de Manasés. Sus nombres eran Maala, Tirsa, Hogla, Milca y Noa. En Números 26:33 aprendemos que Zelofehad no tuvo ningún hijo varón.
Estas cinco mujeres, al morir su padre, de acuerdo a Números 27, le pidieron a Moisés tierra para que no fuera borrado el nombre de su padre. Moisés le presentó esta situación a Jehová y su respuesta fue que sí debían darles una heredad.
Aquí en Números 36, los de la tribu de Manasés fueron ante Moisés y los líderes en representación de las cinco mujeres para pedirles su heredad. La instrucción de Dios fue que si iban a heredar territorio y si decidían casarse, debían contraer matrimonio con varones de su misma tribu. La razón siendo porque no se podía transferir tierra de una tribu a otra.
En Josué 17, vemos la finalización de todo esto. Las cinco hermanas se presentaron ante Eleazar, Josué y los líderes para pedirles sus tierras, las cuales les fueron dadas a ellas y a la tribu a la que pertenecían.
En estas cinco mujeres, podemos ver a hermanas que en la actualidad aman apasionadamente lo que tienen en Cristo. Muestran la insistencia de las hijas de Zelofehad en aprender del Señor y de disfrutar la herencia que tienen en él. Muchas veces lo hacen con más fervor y devoción que nosotros lo varones. Gracias a Dios por hermanas que hacen todo por apreciar más y más todo lo que tenemos en Cristo Jesús.
Son mujeres que aman tanto al Señor que viven disfrutando y manifestando las grandes verdades de Romanos 8:16, 17, donde Pablo escribe: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.
El hecho de que no se le negó darle tierra en posesión a Maala y a sus hermanas, es muestra de que el Señor no pone menos valor a las mujeres a comparación de los varones. Seamos hombres o mujeres, Dios quiere que valoremos profundamente la herencia que tenemos en su Hijo, por causa de su muerte y resurrección. Por medio de nuestra fe en él hemos sido hechos hijos de Dios, y de esta manera podemos gozarnos por todas las bendiciones espirituales que tenemos en Cristo. Leemos en 1 Juan 3:1, “Miren con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡y eso es lo que somos.” Hermana, usted pertenece a la familia de Dios, de la misma manera que nosotros lo varones. Nosotros no tenemos más privilegios que ustedes. Sean como las hijas de Zelofehad al amar de todo corazón lo que tienen en Cristo, y adórenle como lo hizo María Magdalena, al postrarse a sus pies después de haber resucitado.