Iglesia según la Biblia

La Invitación de Pasar al Frente

David Alves Jr.

¿Cómo nos instruiría la Biblia para saber si debemos invitar a las personas pasar al frente si tienen el deseo de creer en el Señor?

No fue la práctica de Jesús ni de los apóstoles

La costumbre vista una y otra vez en el Nuevo Testamento es que se predicaba y se dejaba en cada persona la responsabilidad de aceptar o no el mensaje. No hay un solo ejemplo de Jesucristo, sus apóstoles o algún otro siervo de Dios, invitando a personas a levantar sus manos o pasar al frente.

Esto lo vemos en los dos eventos que quizás son los más significativos en el inicio de la iglesia. La predicación de Pedro en Jerusalén el día de Pentecostés (Hechos 2) y en Cesearea en casa de Cornelio (Hechos 10). En ambos casos, Pedro anunció el evangelio y las personas creyeron sin que se hiciera una invitación especial al final.

Si el Señor y sus discípulos trabajaron de esta manera, nosotros haríamos bien en apegarnos a este modelo.

Lleguemos a las conciencias

Las ocaciones en las que he visto que se haga la invitación, he notado que se hacen comúnmente dos cosas. En una se apela al corazón, al buscar conmover a las personas con palabras o música que busque remover sus sentimientos. Otro método es ser como el vendedor que se enfoca en nuestra mente y trata de convencernos que necesitamos lo que nos está vendiendo hasta que cedamos y se lo compremos. En ambos casos, las emociones y la voluntad fueron afectadas, pero esto no lleva a una verdadera salvación.

Más bien queremos afectar las conciencias de las personas a través de lo que predicamos. Las personas no deberían decir haber creído en Cristo porque les hicimos llorar o porque se sintieron bien al oír el evangelio; o porque les insistimos tanto que se vieron presionados a hacernos caso. Nuestro objetivo debe ser que el Espíritu use nuestras palabras para llegar a la conciencia de las personas. Debemos desear que las conciencias de los individuos sean removidas al oír acerca del pecado y de la justicia y del juicio de Dios.

En Hechos 2 vemos que al final de la predicación de Pedro, las personas desearon convertirse a Dios, no porque se sintieron sentimentales o porque sus mentes fueron doblegadas, sino porque fueron compungidos de corazón. La palabra compungir significa: “punzar o traspasar”. Esto es lo que sucede en el interior de una persona que verdaderamente cree en el Salvador. El evangelio debe punzar las conciencias de las personas para que se arrepientan de sus pecados y crean en Cristo Jesús.

Predica con sentido de urgencia

El Señor y los apóstoles hacían la invitación durante su predica. No era una invitación a que levantaran su mano o que pasaran al frente, sino a obedecer el evangelio. Con un sentido de urgencia, pronunciaban los siguientes imperativos: “Arrepiéntanse” (Mt. 4:17; Hch. 3:19), “Cree” (Hch. 16:31), “Busquen a Dios” (Hch. 17:27). El predicador del evangelio debe anunciar el evangelio, no platicarlo. Somos heraldos, no damos pláticas ni lecciones. En nuestro tono de voz y en las palabras que decimos, debemos hacerle ver a las personas que el asunto de la salvación es algo que urge. Deben entender que ahora es el día de salvación (2 Co. 6:2). Esto deberían poder entenderlo sin pasar al frente.

Es obra del Espíritu

El hecho de que alguien crea y sea hecho hijo de Dios no es por voluntad de varón (Jn. 1:13). Ninguno de nosotros podemos hacer o decir algo por nosotros mismos para que alguien crea en el Señor. La obra de la salvación es llevada a cabo por el Espíritu Santo (Jn. 16:8). En vez de presionar a las personas a que pasen al frente, deberíamos enfocarnos en anunciar claramente los conceptos del evangelio, y confiar en el Consolador, para que sea él quien guíe a las personas al arrepentimiento y fe en Cristo. Música, palabras conmovedoras, hacer un llamado para que manos sean levantadas o personas pasen al frente, no tienen ningún mérito en la conversión de una persona. Es el Espíritu el que convence a la persona que es pecadora, que va al lago de fuego, que no puede hacer nada por sí mismo y que solo Cristo salva.

La realidad es que si no predicamos y dejamos los resultados en manos de Dios, sino que buscamos nuestra propia metodología para animar a que personas digan haber aceptado a Cristo, estamos mostrando que no confiamos en el poder del Espíritu Santo.

Predique, ore y deje que el Espíritu de Dios haga su poderosa obra.

Peligros

Con todo esto, no estoy diciendo que personas que hayan levantado su mano o pasado al frente, no sean creyentes en Cristo. Si confiaron en el Señor, la palabra de Dios les asegura tener la vida eterna. Pero no porque algo de resultados numéricamente, significa que es correcto hacerlo. Otra vez, debemos seguir el método de trabajar del Señor y de sus discípulos.

El gran peligro de hacer la invitación, es que alguien crea haber aceptado a Cristo, pero realmente no lo haya hecho. Es posible que alguien piense que es salvo porque pasó al frente, porque levantó su mano, porque se puso a llorar o porque repitió una oración. Nada de eso salva. Lo que salva a la persona es verdaderamente creer en el Hijo De Dios (Jn. 3:36).

No tratemos de reinventar la rueda. Dios ha dejado claro cómo él quiere que prediquemos y trabajemos en el evangelio. No busquemos reemplazar la sabiduría divina con la humana.

Disponte

Lo que sí podemos hacer después de predicar la palabra es asegurarle a las personas que uno está dispuesto a contestar sus preguntas si hubo algo que no entendieron. El otro extremo de no hacer la invitación de pasar al frente los que quieren aceptar al Señor, es no querer hablar con las personas después de la predicación, sino que se vayan a casa y por sí solos entiendan la salvación. Debemos ser como Felipe que le preguntó al etíope en Hechos 8: “¿Entiendes lo que lees?” La respuesta de ese hombre debe enseñarnos algo que es muy importante en cuanto a lo que estamos considerando. Él le dijo a Felipe: “¿Y cómo podré, si alguno no me enseña?”

Dispóngase después de que alguien ha escuchado la palabra de Dios para que le sean esclarecidas sus dudas con la Biblia en mano y así pueda creer en el Señor por la guía del Espíritu Santo.

Dios nos ayude a ganar a más personas para su reino, siguiendo el patrón que él nos ha dejado en su eterna palabra.

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