David Alves Jr.
Dios quiere que vayamos por todo el mundo y le prediquemos el evangelio a toda criatura (Mr. 16:15). Una de las formas en las que podemos hacerlo es anunciando la palabra de Dios en lugares públicos.
¿Es Bíblico?
Esta fue una práctica de los profetas, de los apóstoles, y del predicador por excelencia, nuestro Señor Jesucristo. Dios le pidió a Jeremías que anunciara su mensaje en las ciudades y en las calles de Judá (Jer. 11:6, 7). Jonás tuvo que recorrer toda la ciudad de Nínive advirtiendo a sus habitantes que aquél lugar sería destruido en cuarenta días (Jon. 3:1-4). Juan el Bautista le predicaba a las personas que se reunían donde él estaba en el desierto (Mt. 3:1, 2). Pedro predicó el evangelio cerca del templo después de haber sanado a un hombre paralítico (Hch. 3:12-26). Pablo predicó sobre la resurrección en un espacio público en Atenas llamado el Areópago (Hch. 17:22-31). El Hijo de Dios predicó a una multitud sobre un monte (Mt. 5:1), anunció el evangelio del reino al pasar por las aldeas (Lc. 9:6), alzó la voz cerca del templo para invitar a las personas a que vinieran y creyeran en él (Jn. 7:37).
Tenemos que salir con el evangelio. Millones a nuestro alrededor se están perdiendo para siempre. Organizar una predicación del evangelio en donde se reúne la iglesia, sin haber invitado a gente, y solo predicarle a los hermanos, no es cumplir con el mandato que Cristo dio a sus discípulos antes de ascender al cielo.
Por lo regular, las personas no van a venir a nosotros, nosotros tenemos que ir a donde están ellos.
¿Qué se necesita?
Obviamente lo que más se necesita es la ayuda de Dios. Pero a parte de su presencia con nosotros, hay otras cosas a considerar que sería bueno contar con ello.
Cuando Cristo predicó al aire libre, lo hizo alzando su voz (Jn. 7:37). Un sistema de sonido puede ser de mucha ayuda en este tipo de labor, pero no indispensable. Uno no quiere ser molestia a las personas al tener el volumen muy alto, pero sí es bueno que podamos ser escuchados.
Sin duda se requerirán hermanos que prediquen la palabra.
Es de gran provecho poder ir a un lugar a predicar con folletos o textos que se puedan repartir a los que van pasando o para los que se detienen a escuchar.
Si está en las posibilidades de los creyentes, se pudiera preparar un refrigerio para compartirlo con aquellos que nos acompañen.
Hermanos y hermanas que apoyen a aquellos que predican es sumamente importante. Ellos se encargarán de invitar a las personas a acercarse a escuchar, repartirán la literatura, podrán contestar alguna pregunta que alguien tenga para que no se interrumpa al que predica, tomar los datos de alguien que quiere que se le visite, y de muchas otras maneras.
¿Cómo hacerlo?
Cada quien puede hacerlo de distintas maneras. El mensaje obviamente siempre será el mismo. Pero dependiendo del lugar donde se predique, se trabajará de manera distinta. Si se predica en un lugar por donde pasa mucha gente, se puede comenzar a predicar sin la necesidad de primero salir a invitar a que personas se acerquen las personas a escuchar. Pero si se predica en un parque, por ejemplo, habrá la necesidad de visitar los hogares y acercarse a aquellos que están allí o que van pasando para que se acerquen a escuchar la predicación.
Con el sonido, si lo hay, se puede anunciar que a tal hora se estará anunciando el evangelio. Se puede salir a invitar a las personas que estén cerca de donde se vaya a predicar.
Cada grupo de creyentes decidirá cuantos hermanos predicarán.
Al final será importante quedarse para conversar con las personas. Es posible que tengan dudas o que quieran saber a donde pueden ir para escuchar más de la palabra de Dios. Un refrigerio ayuda a que se queden las personas y puedan convivir al final. Al final de la predicación, también se les puede entregar un folleto o texto.

¿Dónde hacerlo?
Se puede predicar en los parques, mercados, calles, avenidas, paradas de camión, en los camiones, hospitales, etc… El propósito sería buscar un espacio donde haya un buen flujo de personas. También sería sensato llevarlo a cabo en un lugar donde no lo prohiba hacerlo las autoridades. Con tantos lugares donde sí se puede hacer, no tiene caso predicar donde no esté permitido y así dar mal testimonio.
¿Cómo predicar?
Predicar al aire libre no es lo mismo que predicar dentro del edificio donde se reúne la iglesia.
Predica brevemente. Las personas al estar afuera, tienen mucho con que distraerse y quizás tienen que seguir con su camino.
Predica claramente. Mira a las personas, alza tu voz y habla de manera clara. Explica los elementos básicos del evangelio. La mayoría de las personas no saben quien es Abraham y por qué llevó a su hijo Isaac a sacrificarlo. Predícales sobre el pecado, la obra de Cristo, el infierno y la fe en el Salvador.
Predica concisamente. Lee un solo versículo y explícalo. No estamos allí para dar un estudio o para dar un mensaje expositivo sobre 17 versículos. Por ejemplo, lee Juan 5:24 y anuncia el evangelio basado en ese texto.
Predica convincentemente. Anuncia el evangelio como si tu vida dependiera de ello. Anuncia el evangelio mostrando que realmente crees lo que estás predicando. Anuncia el evangelio como si fuera la última vez que estás predicando; y como si las personas que te oyen, estuvieran escuchando la palabra de Dios por última vez.
¿Cuál es el objetivo?
Obviamente, el objetivo principal es que personas escuchen el evangelio y sean salvas. También deberíamos utilizar esta oportunidad para que las personas acudan al lugar donde nos reunimos para que continúen escuchando el evangelio.
Quizás sea provechoso salir a predicar al aire libre antes de que se predique el evangelio en el edificio donde se reúne la iglesia. De esa manera, se les puede invitar a que nos acompañen a seguir escuchando la palabra, y así se familiaricen más con nosotros y con el lugar donde nos congregamos.
¿Qué evitar?
Evita la confrontación. No discutas con aquellos que se oponen al evangelio. El Nuevo Testamento nos anima a no ser contenciosos (1 Co. 11:16; 2 Tim. 2:24). Recuerda que cada persona tiene el derecho a creer lo que quiera; y que si atacan al evangelio, no te están atacando a ti, sino que se están oponiéndose a Dios.
Evita buscar mejorar o reemplazar el método divino. Dios nos manda a que prediquemos el evangelio (2 Tim. 4:2). Predicar es anunciar. No pensemos que mejoraremos el evangelio si mejor mostramos una película, hacemos una obra de teatro o si nos vestimos como payasos. Con amor y gracia, las personas necesitan escuchar a alguien anunciarles que el pecado ofende a Dios, pero que Dios perdona por gracia infinita.
¿Por qué hacerlo?
Necesitamos salir a predicar el evangelio en los lugares públicos, porque hay personas que nunca entrarán al lugar de reunión de una iglesia; pero que necesitan oír las buenas nuevas porque están en riesgo de quemarse para siempre. Miles de millones de nuestros prójimos, creados también a la imagen de Dios, se están yendo a la eternidad sin oír como pueden ser salvos.
¿Qué harás al respecto? ¿Serás indiferente a la gran necesidad que hay a nuestro alrededor? o ¿Amarás a las almas perdidas y estarás dispuesto a hacer el esfuerzo de predicar en los lugares públicos?
Te costará tiempo, sudor y rechazo, pero Dios será glorificado y muchos tendrán la oportunidad de oír la verdad en Cristo Jesús.
Seamos como el hermano en la imagen. A pesar de que tiene 88 años de vida, él sigue predicando la palabra en lugares públicos en Escocia.
Tu vida puede causar un gran impacto en las vidas de los demás.