David Alves Jr.
“Y fue rey en Jesurún, cuando se congregaron los jefes del pueblo con las tribus de Israel” (Dt. 33:5)
Dios es el mejor de los poetas. Las poesías y el lenguaje figurativo de ese género literario que Jehová emplea, no puede ser igualado por los hombres. Las rimas que se encuentran en distintas porciones de su palabra muestran la infinita habilidad que tiene Dios para expresar sus pensamientos, sentimientos y propósitos de esa forma.
Se expresó de forma poética a Israel antes de que entraran a la tierra que fluía leche y miel. Moisés les enseñó un cántico, Moisés bendijo a la nación y Jehová les describió el reino de él sobre ellos en el Sinaí al darles la ley. Todo esto con un hermoso lenguaje de poesía. Al hablarles sobre él como su Rey, les dijo por medio de Moisés, que él era “el Rey de Jesurún”.
¿Dónde es Jesurún? ¿A quién se refiere? Jesurún es un nombre poético muy precioso que Dios le dio al pueblo que él tanto ama. Este nombre de los hijos de Jacob, solo es utilizado en dos libros toda la Biblia, en Deuteronomio y en Isaías. Esta palabra significa “recto, justo”. Esto muestra el ideal que Jehová tenía para ellos. Quería un pueblo que le rindiera servicio y adoración en justicia. Esto no fue lo que sucedió. Israel quebrantó el corazón de Dios.
Pero queremos enfocarnos en el hecho de que Dios le hizo ver a Israel que él era el Rey de Jesurún. La escena descrita en los primeros versículos de Deuteronomio 33 es muy llamativa. Hizo resplandecer su refulgente gloria al descender sobre el monte Sinaí. Llegó en medió de diez millares de ángeles. En su mano derecha había fulgor centelleante. Delante de su magnífica presencia, se reunieron los jefes del pueblo, y él fue visto como el incomparable y resplandeciente Rey. La escena es la de un monarca que sale a ganar valerosamente las batallas a favor de los suyos para después regresar a su nación y ser reconocido como el más grande entre ellos. ¿No merecía lo mismo Jehová entre Israel? ¡Sin ninguna duda! Su gloria, grandeza, salvación, y muchas cosas más, lo hacían digno de poder ser reconocido como el Rey de Jesurún. También se describe en ese pasaje, como uno que cabalga los cielos para defender a su amado pueblo.
Siempre ha sido el propósito ser reconocido como el Rey de Israel, y también de todas las naciones. Los profetas predijeron que Jesús será el Rey. Zacarías, por ejemplo, profetizó: “tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zac. 9:9). Jesús no vino a establecer su reino en su primera venida. Aunque muchas personas desearon eso, él bien sabía que no era el tiempo indicado. El propósito divino era que él viniera para predicar el evangelio del reino y para que derramara su sangre, y así multitudes de personas podrían pasar del reino de las tinieblas, al reino de su Padre celestial. El reino visible de Cristo Jesús no se establecerá hasta su segunda venida. A pesar de que no fue su intención establecer el reino en su primera venida, Jesurún no le reconoció como su Rey.
Ellos serían como esas personas que dijeron del hombre noble que fue a una tierra lejana para recibir su reino, “no queremos que éste reine sobre nosotros” (Lc. 19:14). En su nacimiento fue reconocido como el Rey por los magos del oriente. Le preguntaron a Herodes, “¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido?” (Mt. 2:2). Le trataron como Rey porque, cuando lo encontraron, se postraron delante de él y le presentaron tres regalos valiosos. Pero en su muerte, el concepto de él siendo el Rey de los judíos, fue repudiado y mofado. Cuando Pilato les preguntó qué debía hacer con su Rey, ellos gritaron: “No tenemos más rey que Cesar” (Jn. 19:15). Sentenciaron su muerte sobre la cruz, y él murió con un título sobre su cabeza que indicaba cuál había sido su supuesto crimen. El título decía: “ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS” (Mt. 27:37). El Rey de Jesurún no fue aceptado, sino puesto a morir sobre un vil madero.
El Rey de Jesurún un día sí reinará en Sion. En su segunda venida, él vendrá con un nombre inscrito sobre su muslo que será “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Ap. 19:16). Israel y todas las naciones reinarán con él sobre esta tierra por mil años. Durante esa época gloriosa y durante nuestra eternidad en la Nueva Jerusalén, reinaremos junto con el Rey de Jesurún.
