David Alves Jr.
Josué 2:1-24
El interés de Dios en los perdidos sobrepasa cualquier otra cosa que pueda llevarse a cabo en esta su tierra. Puede estar a punto de conquistar para su amado pueblo, toda una tierra poblada por varias naciones poderosas, incluyendo pueblos de gigantes, pero hay algo que nos comunica antes que todo eso.
¿Qué puede ser más importante que toda una serie de triunfos militares? Triunfos morales. Esos son los triunfos en los que más se deleita Dios. ¿Cuáles son los triunfos morales? La salvación de los perdidos, descarriados y condenados. Antes de contarnos sobre la conquista de Jericó, Hai, Jerusalén, Hebrón, Jarmut, y todos los demás lugares, nos cuenta la historia de su gracia en la vida de una ramera.
Todos los que nos hemos apropiado de Cristo como nuestro único Salvador, somos un triunfo moral para la gloria de Dios. Todos llegamos al Señor con trasfondos distintos, pero todos de la misma manera: solo por gracia y solo por fe. Puede que nuestras historias de salvación varíen en algunos detalles que realmente no importan, pero en cada una de ellas concuerdan que estábamos perdidos en la maldad, hasta que fuimos rescatados por el bendito Hijo de Dios por medio de su muerte y resurrección. Esto lo podemos meditar al ver la figura de Josué y su impacto en la vida de Rahab.
La inescrutable gracia de Dios en la vida de Rahab es vista de muchas maneras. Todo lo que concierne su persona, vida y salvación, se ve directamente afectada por la gracia del gran Dios al que se convirtió. Era ramera, pero halló gracia. Era gentil, pero halló gracia. Era idólatra, pero halló gracia. Ese es el Dios a quien adoramos. No hay pecador ni pecado fuera de su alcance. Nos halla tal y dónde estamos y nos recibe tal y como estamos. No hay como él, y por eso le adoramos.

Como Rahab, nosotros hemos dado testimonio de nuestra fe en Jesucristo y manifestamos el cambio que él ha hecho en nuestras vidas. Al llegar los espías a su casa, ella les contó cómo había escuchado del poder de Dios al permitir que Israel cruzara el Mar Rojo y que derrotaran a los reyes Sihón y Og. El cruce del mar en lo seco, representa nuestro bautismo. Al creer en Cristo, morimos al pecado y comenzamos una nueva vida. El que colgó en la cruz y resucitó de entre los muertos; triunfó sobre el diablo, el mundo y el pecado, a nuestro favor. Así como Israel venció a esos reyes, y a muchos más, de igual manera nosotros podemos vencer a nuestros enemigos espirituales. En él somos más que vencedores (Rom. 8:37).
Ella dio testimonio de su conversión al único Dios vivo y verdadero, pero también hizo la petición a los espías de que la salvaran. Los espías fueron en representación de Josué. Es admirable que hayan ido en búsqueda de esta mujer pecadora. No fue casualidad que hayan llegado a su casa. Dios tenía en su mira a esta mujer impía que había creído en él. Josué aquí representa a Jesucristo quien vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lc. 19:10). Rahab habiéndoles contado el triunfo moral que Dios llevó a cabo en su vida, les suplicó que la salvarán. Ellos le aseguraron que eso harían, y que la señal sería un cordón de color grana, sería colgado en la ventana. Su rescate, la cual veremos con más detalle en el capítulo 6, nos hace pensar en nuestra salvación por medio de la sangre derramada del Cordero de Dios. Nosotros clamamos al Señor, y él también nos respondió, y nos salvó.
La historia de Rahab, es nuestra historia. El Dios de Rahab, es el Dios nuestro. A él adoramos, hoy y por todos los siglos, por lo que él ha hecho en nuestras vidas.