David Alves Jr.
Josué 4:1-24
El paso de los hebreos por el Jordán, no sería un evento olvidado. Se registraría este gran suceso en las Escrituras que permanecen eternamente; pero también se conmemoraría a través de un monumento que levantarían usando doce piedras. Jehová deseaba que las generaciones venideras aprendieron sobre este tremendo milagro. Iban a preguntar los hijos: “¿Qué significan estas piedras? La respuesta que recibirían sería: “Israel pasó en seco por este Jordán”. Estas doce piedras darían testimonio al poder y a la gracia de Dios. Al cruzar y al llegar a Gilgal, las doce piedras serían levantadas como un memorial.
El Señor también desea que nosotros testifiquemos acerca de sus maravillas en nuestras vidas. Él merece ser alabado siempre, y esta es una manera en la que podemos hacerlo, al testificar de las bendiciones que él ha permitido que recibamos. Debemos dar testimonio del glorioso hecho que él nos ha salvado. Debemos dar testimonio del mensaje más sublime que hemos aprendido y creído, que es el evangelio. Debemos dar testimonio de que nunca nos ha fallado y que nunca lo hará. Debemos dar testimonio que en cualquier momento él vendrá a llevarse a su amada esposa. Hay también otras dos maneras en las que podemos testificar acerca de sus proezas en nosotros.
Ya hemos notado anteriormente que el cruce del Mar Rojo, representa a Cristo redimiéndonos del pecado; y el cruce del río Jordán, representa a Cristo guiándonos a conquistar todas las bendiciones espirituales que él ha dispuesto para nosotros. El creyente que vive con su mente puesta sobre las cosas celestiales, también busca dar testimonio del Señor a través de lo que representa el bautismo y el partimiento del pan. El bautismo en sí lo podemos ver como realizándose en el cruce del Mar Rojo; pero en el cruce del río Jordán (1 Co. 10:2), vemos al pueblo de Dios disfrutando lo que significa. Lo mismo quiere el Señor para nosotros. No solo quiere que nos bauticemos, pero quiere que vivamos cada día conforme a lo que ese acto representa. El cristiano que desea entrar a Canaán y conquistar la tierra en un sentido espiritual al anhelar las bendiciones celestiales, desea vivir dignamente a la luz del partimiento del pan y el bautismo.
En la cena del Señor, damos testimonio de la muerte de Cristo. Pablo nos enseña esto. “Todas las veces que comieren este pan, y bebieren esta copa, la muerte del Señor anuncian hasta que él venga” (1 Co. 11:26). La palabra “anuncian” en el griego puede significar “declarar”, “promulgar”, “publicar”. Es la misma palabra que se usa en repetidas ocasiones para describir a los apóstoles de Dios predicando el evangelio en los lugares a donde fueron. Es una tremenda bendición que podamos anunciar la muerte de Jesús a través de la predicación pública de su palabra y al reunirnos para hacer memoria de él en la cena del Señor. No fallemos en nuestra contribución junto con los demás hermanos de anunciar mañana la muerte de Cristo.

Las piedras siendo levantadas después de que cruzaron el río Jordán, también debe hacernos meditar, como ya hemos señalado, en lo que significa el testimonio que dimos y hemos seguido dando al bautizarnos. Pensemos en estas piedras y cómo fueron un constante recordatorio de este evento muy singular. De esta manera también debe ser nuestra consideración de nuestro bautismo. No debe ser algo que queda en el pasado y que deja de tener un impacto en nuestras vidas.
Debemos también tener un entendimiento adecuado de lo que representa este acto. No nos bautizamos para ser salvos. No nos bautizamos para ser más puros. No nos bautizamos para formar parte de una iglesia. Nos bautizamos mas bien, para identificarnos con Cristo en su muerte y en su resurrección. En pasajes como Romanos capítulo seis, aprendemos que el bautismo representa nuestra muerte al pecado, por medio de la muerte de Jesús; y nuestra nueva vida, por medio de la resurrección del Hijo de Dios. Pablo escribió en este pasaje: “Somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. Nuestro deseo cada día debe ser hacer morir el pecado en nosotros y andar en nueva vida.
¿Sí ves como la experiencia del Mar Rojo y lo sucedido en el Jordán no podían quedar en el olvido? Dios deseaba que permanecieran constantemente en las memorias de los israelitas. No quería que olvidaran su rescate de Egipto ni el hecho de que habían sido introducidos a la Tierra Prometida. Como hijos de Dios que buscamos conquistar lo que Jesús nuestro Capitán nos ha dispuesto, vivamos de acuerdo a lo que representan las piedras y los memoriales espirituales que son vistos en el partimiento del pan y en el bautismo. Ya no somos de Egipto. Estamos en una tierra nueva. En este nuevo entorno hay mucho por conquistar.
Dios no quiere que olvidemos nunca lo que él hizo por nosotros mediante el sacrificio de su precioso Hijo. Figurativamente hablando, nunca quitemos la mirada de las piedras. La obra de Jesús nos ha dado tanto. Nuestra obligación es darle todo a él, por todo lo que él ha hecho en nuestras vidas.