David Alves Jr.
Si entras a una casa o a un negocio que tiene una Biblia abierta, frecuentemente notarás que está abierta al Salmo 91. Al ser un pasaje extraordinario, se entiende por qué es tan conocido.
¿A quién no le llama la atención leer acerca de que los que habitan “al abrigo del Altísimo” morarán “bajo la sombra del Omnipotente”? ¿Quién no quiere leer palabras que le aseguran ser guardados de “la peste destructora” o la promesa que plagas no tocarán nuestros hogares?
Es un texto fabuloso. En los momentos más desconcertantes de nuestra vida, lo leemos, y sentimos que con la ayuda de Dios somos invencibles. Nos afirmamos en nuestra convicción de que refugiados en el Señor nada nos podrá pasar.
Todo esto está muy bien y es muy cierto. El problema es que muchas veces este salmo no se lee cuidadosamente. Es común que personas piensen que con tener la Biblia abierta a esta porción, nada malo les pasará. No tienen la costumbre de leer la palabra de Dios, pero piensan que si la tienen abierta al Salmo 91, les será como un amuleto de la buena suerte para protegerles de todo mal. Es posible que alguien hasta se lo haya aprendido y lo pueda recitar, pero no sea ni salvo o no viva una vida para la gloria de Dios.
El problema es que frecuentemente el enfoque que le damos a este salmo, es todo lo que Dios nos da a nosotros, pero se ignora la importancia que este texto le pone a lo que nosotros debemos darle a Dios. Debemos considerar que a lo largo del salmo, hay un orden repetitivo en el que primero se acentúa la responsabilidad que nosotros le debemos a Dios, seguido por el deseo que el Señor tiene de protegernos de diversas maneras a través de su gracia. El salmo comienza con lo que nosotros debemos hacer en cuanto a Dios, luego nos dice cosas que Dios promete hacer por nosotros, después vuelve a hablar de nuestra responsabilidad ante Dios, y así sucesivamente.

El problema con el hombre es que tiende a pensar: ¿qué me va a dar Dios a mí? cuando mas bien, siempre deberíamos preguntarnos: ¿qué puedo hacer yo para honrar a Dios? El Señor y la gloria que él merece recibir; debe ser lo que cautive la atención de nuestras mentes, el afecto de nuestros corazones, la rendición de nuestras almas y la devoción de nuestros espíritus.
Tomando en cuenta todo esto, necesitamos comprender que si queremos todas las bendiciones del Salmo 91, necesitamos darle a Dios el lugar que solo a él le corresponde. Si queremos las 25 bendiciones que menciona el salmista, necesitamos honrar a Dios primero. Todas estas bendiciones que él quiere otorgarnos se encuentran en los v.3-8, 10-13, 15, 16. Haz una lista de todas las bendiciones y asómbrate de cómo el poder de Dios se puede manifestar en nuestras vidas en el cuidado que él tiene por nosotros.
Veamos qué es lo que tenemos que hacer para recibir todo eso. Hay siete cosas en este salmo que Dios quiere que nosotros hagamos con él, las cuales son las siguientes:
- Hacerlo nuestro abrigo (v.1)
- Morar bajo su sombra (v.1)
- Habitar cerca de él (v.1, 9)
- Hacerlo nuestra esperanza (v.9)
- Tenerlo como nuestro castillo (v.2)
- Amarlo con todo nuestro corazón (v.14)
- Conocerlo más intimamente (v.14)
Esto significa que las bendiciones de Dios son para los que viven una vida de comunión íntima con él; para los que ponen su plena confianza en él y lo hacen su refugio; y para los que le obedecen en todo porque lo aman con todo su ser.
¿Quieres las bendiciones del Salmo 91? Dale a Dios todo lo que él merece de ti.