David Alves Jr.
Jueces 2:7-23
Las despedidas cuando muere alguien nunca son fáciles. Hay ciertos entierros, que aunque son conmovedores por la partida del ser querido, hay un sentido de gran satisfacción por la vida que vivió la persona para el disfrute de Dios. Ese habrá sido con el caso de Josué. A la edad de ciento diez años, murió, y fue sepultado en su heredad en Timnat-sera, en el monte de Efraín, al norte del monte de Gaas.
¿Qué habrá sido para todos los presentes testificar la sepultura de este siervo de Jehová? Había tenido una gran influencia sobre el pueblo, para que Dios fuese agradado durante todo el tiempo que fungió como líder de ellos. Damos gracias a Dios por la vida de Josué y por el ejemplo que nos es. Fue una vida de servicio a Israel – pero aún más importante- de servicio a Dios.
Al ser presentado como siervo en este pasaje, Josué es una vez más figura de Jesús. Josué es uno de los siervos de Dios que más sobresalen en las Escrituras, pero Cristo Jesús es el siervo de Jehová que sobresale sobre todos los demás. Ningún siervo ha traído deleite al corazón de nuestro Padre como lo ha hecho Su Hijo Unigénito.
Comparemos el carácter de siervo de Josué con el de nuestro Amado Señor. Hay por lo menos tres cualidades que debe poseer el siervo de Dios. Quizás deberíamos aclarar que los siervos no son solo aquellos quienes predican, sino todos aquellos que han invocado el Nombre del Señor. Si el Señor no ha venido y si estamos con vida, sería un buen propósito querer poner en manifiesto estos tres atributos de un siervo en el año 2023.
Una vida de servicio a Jehová implica humildad. Nunca leemos de Josué exaltándose por encima de los demás; mas bien, siempre estuvo para servir a la nación de Dios. No se caracterizó por manifestar tener soberbia en su corazón. Josué siempre mostró querer el bien para Israel y siempre buscar la gloria de Dios por encima de todas las cosas. La humildad de Josué nos hace pensar en la humildad del Hijo de Dios. Nadie fue más humilde que Él, a pesar de que Él era el más grande. El orgullo en el corazón del hombre, le inhibe mostrar la sencillez que vemos en el carácter del Señor de gloria. Él no vino para ser servido, sino para servir (Mt. 20:28; Mr. 10:45). Nadie se dispuso a sí mismo para con los hombres y para con Dios, como lo hizo Él. Solo Él podía decir sinceramente: “Soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11:29).
Una vida de servicio a Jehová implica entrega. Josué manifestó su entrega a Dios, al constantemente anhelar cumplir y obedecer Su voluntad. El siervo se caracteriza por renunciar a sus deseos y a su voluntad. Esto es lo que notamos en Jehoshua. Se esforzó día a día a entregarse a lo que Dios quería para él y para Su pueblo. Damos gracias a Dios por la entrega de Josué, pero aún más por la entrega de nuestro Salvador Yeshua. Meditemos en el que puso su rostro como un pedernal para ir a la cruz y cumplir con lo que Su Padre le había encomendado a realizar en aquél lugar de inmenso dolor. Pensemos en el que se hizo “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Quizás la descripción más explícita de la entrega de nuestro Señor la encontramos en la profecía de Isaías. “Yo no fui rebelde, ni me volví atrás. Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos” (Isa. 50:5, 6).
Una vida de servicio a Jehová implica sacrificio. Josué hizo muchos sacrificios para serle fiel a Dios. Sacrificó su honor, su tiempo, su reputación, su fuerza, y muchas cosas más, por el afán que tenía de glorificar a nuestro Padre. Quizás en este punto es donde encontramos el contraste más grande entre Josué y Jesús. Josué sacrificó ciertas cosas que fueron muy loables, pero no tuvo que sacrificar su vida. Jesús sí lo hizo. Sacrificó su vida para darnos a nosotros vida eterna. Glorificamos a Dios por aquél quien lo dio todo en Su servicio a Dios por nuestro bien. Con razón Dios quiere que contemplemos a Su siervo, Su precioso Hijo, por encima de todos los demás siervos (Isa. 42:1). Si el Señor no ha venido, hagamos memoria de Él, primer día del año, al meditar en el Siervo de Jehová.
Después de que el pueblo de Israel se despidió de Josué, siervo de Jehová; ellos se entregaron al pecado. En vez de adorar al único Dios, adoraron los ídolos de los cananeos. Su gran maldad les hizo exponerse al castigo de Dios. Este será el inicio del periodo en la historia de Israel en la que carecerán, en el mayor de los casos, a líderes que gobernaran conforme al corazón del Señor. Al leer Jueces, los libros de Samuel, Reyes y Crónicas, veremos que se acentúa la necesidad de que sea levantado un varón de Dios que gobierne justamente al pueblo de Dios. Estas circunstancias de Israel, hacen anhelar la venida de Cristo, el Rey justo, que un día reinará sobre esta tierra en perfecta justicia. Toda gloria sea elevada al Rey de reyes.

Amén!!!! Gracias por la palabra mi hermano David !!! El Señor les siga bendiciendo… saludos desde Venezuela
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