Cristo en toda la Biblia

Otoniel, el León Poderoso de Dios

David Alves Jr.

Jueces 3:7-11

La prueba que Dios puso para los corazones de los israelitas reveló lo que realmente les llamaba la atención. No amaban a Dios ni a Su ley con todo su corazón. Lo que Dios permitió era para hacerles ver que realmente tenían afecto para las mujeres de los gentiles y para los ídolos de los gentiles. Claramente mostraron que sus corazones no se deleitaban en Dios.

Al igual que la semana pasada cuando observamos los primeros seis versículos de este mismo capítulo, nos volvemos a preguntar: ¿En qué condiciones está mi corazón? ¿Es Dios el máximo objeto de mi adoración? ¿Mis afectos se ven enteramente consumidos por Dios? Estas son cosas que debemos preguntarnos.

La adoración a Dios el domingo no es como un switch que llego y prendo mi modo de alabar a Dios. Esto es algo que se desarrolla y se vive a lo largo de la semana.

¿Cuántas veces hemos bebido de la copa y comido del pan indignamente?

¿No ves el daño que le estás causando al Nombre sobre todo nombre?

¿No percibes que tu pecado es como levadura que leuda toda la masa que es la iglesia?

¿Te has puesto a meditar seriamente el dolor que le traes al corazón de Dios?

El Señor que dio Su vida por ti merece que le adores con sinceridad, lo cual sería hacerlo en parte, al venir con un corazón puro. Israel había sido desleal a Dios. Su corazón se había apartado de Su Redentor y había encontrado atracción en los placeres temporales de este mundo y en los ídolos de las naciones. Nosotros tendemos a hacer lo mismo.

¡Oh que el Varón del Calvario disfrutase tener el lugar prominente que Él merece tener en mi corazón!

La ira de Jehová fue encendida y los vendió en manos del rey Cusan-risataim de Mesopotamia. Los siervos de Jehová se convirtieron en siervos de Cusan-risataim por ochos largos años. Para que nos demos cuenta de la terrible condición en la que se encontrarían los hebreos, consideremos que el nombre de este rey significa “doblemente malvado”. Al parecer era el rey de lo que hoy es el oriente de Siria y el norte de Irak. Qué irónico que Israel había quedado en servidumbre bajo el mando de las mismas personas de las que fue sacado Abraham. El padre de los israelitas había sido sacado de Mesopotamia para creer y servir al Dios vivo y verdadero, después de haber sido idolatra. Ahora sus descendientes adoraban y servían a las personas de esa misma región.

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El hecho de que la ira de Dios cayó sobre Israel es muestra de lo mucho que él repudia los pecados mencionados. Dios permitió que la niña de sus ojos que él había comprado para sí, fuera vendida para ser poseída por el rey de Mesopotamia. Dios les dio exactamente lo que ellos querían.

¿Por cuánto tiempo más crees que Dios no hará lo mismo contigo?

Tarde que temprano, el Dios que es fuego consumidor, el Señor de gloria de quien haces memoria cada primer día de la semana, tendrá que actuar en cuanto a tu indiferencia, frialdad o pecado. Es hora que tomemos con seriedad al Dios temible y sublime.

Después de ocho años (¡ocho años!), los hijos de Israel clamaron a Jehová para que les librase de este angustiante yugo. Tendríamos que preguntar, ¿por qué tardaron tanto? ¿Por qué no suplicaron la ayuda del Todopoderoso en el primer día que quedaron bajo el dominio de este reino gentil?

El versículo siete nos da la respuesta. Leemos ahí que se “olvidaron de Jehová su Dios”. Fueron desplazando poco a poco a Su Creador hasta que se olvidaron de Él.

¿Cuánto tiempo dejaré yo pasar hasta que le clame a mi Dios y le ruegue que me ayude a hacer morir lo que hay en mí que es desagradable a Él? ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para que le suplique que haga desaparecer mi flagrante indiferencia hacia mis faltas? ¿Tendrán que pasar ochos años para que desee que el Espíritu Santo me haga ver cada acción y cada pensamiento en mí que hieren el corazón de mi Padre? Ocho años fue mucho tiempo para entonces pedir la liberación de Jehová.

Nuestro Dios es misericordioso. Nunca condona el pecado, pero sí es un Dios lleno de misericordia que socorre a los que se arrepienten y se humillan delante de Él. La Escritura nos dice que les “levantó un libertador para ellos”. Este es un común adjetivo utilizado para describir a los jueces a lo largo del libro de Jueces. Son tipos de Cristo Jesús nuestro Libertador, a pesar de que fue una era muy oscura de Israel. Para nosotros, Dios nos levantó un poderoso Salvador (Lc. 1:69).

El primer juez sería un varón llamado Otoniel. Su nombre significa, “león u hombre poderoso de Dios”. El poder que mostró tener no radicaba en él mismo. Leemos en el versículo diez que “el Espíritu de Jehová vino sobre él”. Se asemeja a nuestro Señor y Salvador. A pesar de que era el Todopoderoso, en Su humildad, Él dependió del poder del Espíritu que vino sobre Él. Esto ocurrió en Su bautismo y en el poder del Espíritu obró para el bien de los hombres y para la gloria de Su Dios.

A través del poder de Dios, Otoniel venció al rey Cusan-risataim. En esto podemos elevar a Dios gratitud por Aquél que venció a Satanás para poder librarnos del yugo en el cual nos tenía. Valoramos infinitamente las palabras de Jesús en Juan 8:32, “conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. Por medio de Su verdad y de Su Palabra es que hemos podido ser rescatados y librados de esa terrible esclavitud en la que estábamos. Otoniel, como todos los demás jueces, no dio su vida para poder darle su libertad a Israel; pero nuestro gran y glorioso Libertador, Cristo Jesús, sí tuvo que morir y derramar Su sangre para rescatarnos.

Otoniel al ser victorioso, se vio claramente el significado de su nombre que significaba “león u hombre poderoso de Dios”. Se vio también en él el cumplimiento de lo profetizado por Jacob en cuanto a Judá antes de morir. Notemos que Otoniel era de la tribu de Judá. Jacob dijo de esta tribu: “Cachorro de león, Judá; De la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, Así como león viejo: ¿quién lo despertará?” (Gn. 49:9). Esto no puede si no hacernos pensar en nuestro victorioso y dominante Salvador siendo presentado en el Apocalipsis como el glorioso León de la tribu de Judá que ha vencido (Ap. 5:5).

Toda la honra sea solamente para el León de la tribu de Judá que tendrá dominio por los siglos de los siglos.

1 comentario en “Otoniel, el León Poderoso de Dios”

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