David Alves Jr.
Jueces 8
Después de un triunfo, viene una tentación. Esto es algo que se repite a lo largo de la Palabra de nuestro Dios. Esto lo experimentaron Gedeón, nuestro perfecto Señor Jesús y muchos más.
Gedeón había vencido al ejército innumerable de Madián con un ejército pequeño a través del poder de Dios. La gracia del Señor había permitido que Gedeón cumpliera con el propósito que el cielo tenía para él. Pero después de este triunfo, notamos en el texto que vinieron a él distintas tentaciones. Las primeras las pudo resistir, pero las demás no pudo hacerlo y sucumbió ante ellas.
Ante la intensa interrogación que le hicieron los de la tribu de Efraín, no se alteró, sino que les contestó con una “blanda respuesta” (Pr. 15:1) y mostró un ejemplo más de la humildad que le caracterizaba.
Después de esto, Gedeón cometería falta tras falta, por lo que leemos en este capítulo ocho del libro de los Jueces.
Al ir en búsqueda de Zeba y Zalmuna, reyes de Madía, Gedeón le pidió comida a los de Sucot para sus trescientos hombres. La respuesta agresiva que recibió, lo enfureció al grado que les amenazó que trillaría su carne “con espinos y abrojos del desierto”. Al pasar por Peniel, de igual manera les pidió comida; y ellos también se lo rechazaron. En el caso de ellos, les amenazó que regresaría para destruir su torre. Después de prender a los reyes madianitas, hizo a los de Sucot y a los de Peniel tal y como él se los había advertido. Esta fue la primera derrota de Gedeón después de su gran triunfo.
Sería tentado por tercera vez cuando sus hombres le quisieron reconocer como señor de ellos. La propensión del corazón del ser humano, sería aceptar tal reconocimiento. Pero Gedeón se los negó porque él sabía que era Jehová quien debía ser reconocido únicamente como Señor de ellos. Hay uno solo que nosotros debemos reconocer como el Señor de nuestras vidas. Lo glorioso que es nuestro Salvador y lo que pagó sobre el madero, lo hacen a Él, y únicamente Él, ser nuestro Señor.
Después Gedeón le pidió a sus hombres que le dieran sus soldados los zarcillos del botín. Ellos cedieron gustosamente y con esas joyas Gedeón hizo un efod. Esta prenda sacerdotal se convertiría en otra tentación mencionada en este capítulo que recibió este juez de Dios. Gedeón, su familia y todo Israel caerían en la idolatría por causa de este objeto que él había hecho. Esta fue la segunda derrota de Gedeón después de su gran triunfo.
Este siervo de Dios terminó sus días con muchos hijos y con muchas concubinas. Había permitido que el deseo ilícito por las mujeres dominara su corazón. El diseño de Dios para el matrimonio siempre ha sido la unión entre un solo hombre y una sola mujer. La poligamia en la vida de Gedeón fue de completo desagrado para nuestro Dios que es infinitamente santo. Esta fue la tercera derrota de Gedeón después de su gran triunfo.
Veamos cómo podemos comparar una vez más a Gedeón con el Señor de gloria, específicamente en Su forma de reaccionar a las tentaciones. En el caso de Gedeón y de todos nosotros, después de un éxito en nuestra vida, viene una tentación, y la triste realidad es que muchas veces cedemos y pecamos. El único con el que no sucedió esto- y era imposible que sucediera- fue con el Hijo de Dios.
Un triunfo para Él fue haber sido reconocido públicamente y audiblemente por Su Padre al ser bautizado. Desde los cielos se escucharon las palabras, “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Después de este gran reconocimiento de Dios mismo, Cristo Jesús fue al desierto a orar y ayunar. Después de pasar esos cuarenta días de comunión con Su Padre, nuestro adversario se presentó a Él para tentarle en una variedad de maneras. Esto debe recordarnos el sacrificio que fue para el Señor el haberse encarnado. Por haber tomado forma de hombre, Él sufrió muchas cosas que nosotros padecemos. En este punto, no podemos entender lo que habrá sido para el Santo y Justo sentir la presencia infinitamente depravada y malévola del diablo.
En esa ocasión en el desierto, Satanás intentó hacer que Cristo pecara al tentarle de tres maneras distintas. Le pidió que convirtiera piedras en pan. Le pidió que se postrara ante él para darle todos los reinos del mundo. Y le pidió que se lanzara del pináculo del templo porque ángeles serían enviados para guardarle. Gedeón triunfó, pero después fracasó. No así en el caso de nuestro Señor. Por causa de su naturaleza incorruptible, para Él solo había triunfo tras triunfo, porque era absolutamente imposible que pecara.
Permitamos que la pureza de nuestro Amado, nos lleve a adorarle de todo corazón. Este atributo Suyo, solo es una de las muchas razones por las cuales le adoramos únicamente a Él. Jesús está por encima de Gedeón y de cualquier otra persona. Una de las razones es porque solo “Él es puro” (1 Jn. 3:3). Muchos como Gedeón, fueron personas que aunque hicieron mucho bien, no pudieron siempre vencer la tentación. ¡Cuán singular es nuestro precioso Salvador! No pudo ser vencido por el pecado, sino que mas bien llevó el pecado sobre sí en la cruz y resucitó de entre los muertos para permitirnos a nosotros triunfar sobre la maldad.

Gracias.
Me gustaMe gusta