Cristo en toda la Biblia

Las Ofrendas de Israel: La Ofrenda por el Pecado (Parte 2)

David Alves Jr.

Levítico 5:1-13

Las instrucciones dadas por Dios para la ofrenda del pecado y para la ofrenda por la culpa, incluyen más requisitos y explicaciones, que cuando habla sobre las otras tres ofrendas levíticas. Quizás se nos está mostrando las consecuencias serias y complejas que tiene el pecado del hombre. Pero vemos cómo a pesar de pecados cometidos que ofenden y afrentan a Dios, él provee un remedio para cada pecador y para cada pecado cometido. Las palabras de Pablo vienen a la mente. “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.” (Rom. 5:20)

La semana pasada consideramos la primera parte del estudio de la ofrenda por el pecado (Leer al click aquí). Nos enfocamos en el capítulo 4 de Levítico. En ese pasaje veíamos lo que cuatro tipos de personas (sacerdotes, congregación, jefe e individuo) tenían que ofrendar al pecar. El capítulo 4 termina hablando de un individuo común en el pueblo ofreciendo la ofrenda por el pecado y en el capítulo 5 continúa hablando de ese tipo de persona.

Ejemplos de pecados cometidos

Se nos dan tres ejemplos de pecados cometidos inadvertidamente que eran perdonados cuando el transgresor ofrecía a Dios la ofrenda por el pecado. Cada uno de ellos podemos contrastarlos con la conducta pura de Jesucristo.

1. Testificar falsamente. La persona que no denunciaba un pecado que vio o del cual supo.

El Señor Jesucristo aún delante de Pilato, gobernador Romano y de todos sus soldados, “dio un buen testimonio frente a Poncio Pilato” (1 Tim. 6:13).

2. Contaminarse con algo inmundo. El Israelita tenía que ofrendar la ofrenda por el pecado cuando tocaba el cadáver de algún animal inmundo o cuando tocaba alguna inmundicia de hombre.

Nuestro Salvador es tan perfecto que no importaba por cuanto pecado estaba rodeado, él siempre se mantuvo limpio.

3. No cumplir algún juramento hecho.

El Señor Jesús es el ejemplo perfecto de lo que él enseñó cuando dijo: “vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mt. 5:37). Todo lo que prometió, lo cumplió, y lo sigue haciendo hasta hoy en día desde el cielo. Nos consuelan las palabras de Pablo sobre Cristo como el Amén que nunca falla en su palabra. “Todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” (2 Co. 1:20).

Sacrificios y ofrendas

El oferente tenía la opción de ofrendar tres cosas distintas dependiendo de sus posibilidades económicas. Podía ofrenda una cabra o una oveja, dos tórtolas o dos palominos o flor de harina. Otra vez notamos la gracia de Dios al ofrecer provisiones para perdonar el pecado para toda persona. Todo tipo de pecador y todo tipo de pecado están al alcance de la gracia de Dios. En este caso, pobres o ricos, todos alcanzaban poder ofrendar algo para expiar su pecado.

La primera opción era sacrificar una cabra o una oveja. Mencionamos la semana pasada que la hembra entre los animales sacrificados en el santuario de Dios, nos habla de la sujeción perfecta de Cristo a su Padre. La mujer siempre debe recordar que su responsabilidad dada por Dios de sujetarse al varón, no la hace ser menos importante que el varón, sino que la hace emular al Siervo perfecto de Jehová.

La persona que no podía ofrecer del ganado ovejuno, podía sacrificar dos tórtolas o dos palominos. Uno era para cubrir el pecado y el otro era ofrecido en holocausto a Dios. En la ofrenda del holocausto, vimos que también se podían ofrecer a Dios de estas aves.

Cristo puede ser visto claramente en las cabras u ovejas, pero también en las tórtolas y palominos. Nos hablan de su mansedumbre y gentileza. A pesar de ser criticado, acusado y torturado; el Señor siempre mantuvo completo control sobre sus emociones y su carácter.

El pájaro que era destinado para la expiación del pecado, su cuello era arrancado, más no lo separaba por completo. Algo parecido se hacía cuando se ofrendaban estas aves como holocausto. El sacerdote la hendía por sus alas, pero no la dividía en dos. Quizás esto nos vuelve a traer a nuestras mentes el cuerpo tan lastimado de Cristo en la cruz, pero cómo todos sus huesos fueron guardados para que no se quebrara uno solo (Éx. 12:46; Sal. 34:20; Jn. 19:36).

La sangre de las aves era rociada sobre la pared del altar y lo que sobraba se exprimía al pie del altar. De esta manera se hacía expiación por el pecado cometido. Gracias a Dios, por la sangre de nuestro Señor que derramó en la cruz que “limpia de todo pecado” (1 Jn. 1:7). Algunos de nosotros desde nuestra niñez hemos cantado: “Sangre, preciosa sangre, del Unigénito Hijo de Dios”.

La otra ave que era para el holocausto era sacrificada y ofrecida “conforme al rito”, o sea de la misma manera en la que se ofrecía la ofrenda del holocausto en Levítico 1. La ave para la expiación, habla de lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz al traernos el perdón de pecados. La ave para el holocausto, representa lo que Cristo hizo por su Padre en la cruz al llevarle infinito deleite.

El oferente culpable de pecado que no tenía las posibilidades económicas de ofrecer cabra, oveja, tórtolas o palominos; podía ofrecer la décima parte de una efa de harina pura. Efa era una medida utilizada por los Israelitas. Equivale a lo que para nosotros son unos 23 litros. Tenían que ofrecer el 10 por ciento de eso. Por lo tanto, eran como 2.3 litros de harina que ofrendaban.

La harina siendo blanca habla de la pureza del bendito Cristo. En Hechos 3:14 Pedro lo llama “Santo” y “Justo”. ¡Qué títulos tan sublimes que solo él puede recibir! La harina siendo fina nos habla también de su perfección. No tenía puntos débiles. Jamás fue sorprendido por el pecado. Siempre perfecto, limpio y santo.

En la ofrenda de los granos (Lv. 2) la harina llevaba aceite e incienso. Pero no aquí al ser ofrenda por el pecado.

El sacerdote tomaba un puño de la harina y lo hacía arder sobre el altar de sacrificio a la entrada del tabernáculo. Pensamos en Cristo llevando el pecado de todos los tiempos, y aún así, su pureza subiendo en olor grato a su Dios.

El sobrante de la harina era la porción para los sacerdotes. ¿Estás alimentándote de Cristo? ¿No crees que él es digno de que le ofrezcas algo nuevo y fresco mañana en el Partimiento del pan? Dios permita que este sencillo estudio nos deje con mucha harina en nuestras manos y así poder meditar en él.

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